Tomemos el ejemplo de lo que sucedió según Isaac Luria en la creación del
universo, cuyo principio fue el TzimTzum
זּוּם זּוּם
o retracción del Ein Sof a fin de crear
un espacio vacío en el que puedan desarrollarse otros mundos. Estos
mundos se crearán a partir de la Luz Infinita (Or), simbolizada por el Kav o Rayo Relampagueante que penetrará en ese vacío y necesitará de
receptáculos (Cli) para contenerlo y dar lugar a cada dimensión o
sefirá. Pues bien, en un primer intento, el llamado TzimTzum Aleph, los recipientes no pudieron contener esta Luz del
Kav y se produjo la llamada "rotura de los recipientes" (shevirat-ha-kelim). Los pedazos rotos de
esta fractura cósmica atraparon la luz divina, que quedó encerrada en los Cliphot, como “cara oscura” de las
sefirot. Hubo claro está un segundo intento, pues si no no estaríamos aquí, el
llamado TzimTzum Beth, cuyo éxito se
basó en la restricción de la Luz que el Kav iba dejando en los
recipientes que darían lugar a las sefirot a fin de que pudieran contenerla,
evitando un choque frontal mediante un flujo progresivo de esa Luz. Todo
ello nos muestra como el desequilibrio se produce cuando el aspecto receptor
(las sefirot) no puede contener al
aspecto dador (la Luz Infinita del Ein Sof), y como la restricción o, por decirlo de algún
modo, rechazo de parte de la energía de esa Luz, es fundamental para que no se
produzca el desequilibrio.
El primer mundo que recibe la
Luz del Infinito (Ein Sof) se denomina Adam Kadmon
el Hombre Primordial, la forma arquetípica que permea el universo,
equivalente al Purusha de los Vedas. Adam Kadmon es el aspecto anterior a la
polaridad masculino-femenina, ni siquiera todavía en potencia, pues solo hay
distintas frecuencias de luz (Orot). A este primer mundo anterior a la manifestación
de la dualidad le sigue Atziluth. El
universo de Atziluth es ese espacio de transición entre lo infinito y lo
finito, es la configuración la las Orot (energías) que se dividen
lentamente en aspectos dadores o masculinos (Or) y aspectos receptivos o
femeninos (Cli). Y el resultado de esta división de energías es la
primera manifestación de la dualidad en el universo, el juego del Yin-Yang como
aspectos opuestos pero complementarios. Y podemos ver en el famoso diagrama taoísta
que los representa como ambos aspectos contienen una parte del otro, lo que
supone que ambos toman conciencia del otro dentro de sí mismos. La polarización
de la energía se representa en el Arbol
de la Vida como los pilares laterales, el derecho de color blanco como el
aspecto Yang y el izquierdo de color negro como el aspecto Yin. Y las sefirot
que las representan son Abba
(Padre), Jokmáh, e Imma (Madre), Bináh, que junto con Kether
forman el Arik Jampin o Gran
Rostro. Estas sefirot no fueron afectadas por la reconfiguración del TzimTzum Beth.
El despliegue de la
información de Atziluth da lugar a los niveles de manifestación de Briáh, Yetziráh y Assiáh. Briáh
como universo creado pertenece a Imma, mientras que Abba representa todo el
potencial de Atziluth. Yetziráh configura el llamado Zeir Ampin (Rostro Menor) formado por las 6 sefirot de Jesed, Guevuráh, Tiferet,
Netzaj, Hod y Yesod
como dimensiones del mundo psíquico, mientras que Assiah da lugar al mundo
físico de Malkut. Estos tres
mundos se corresponden con los niveles del alma conocidos como Neshamáh (Briáh), Ruaj (Yetziráh) y Nefesh
(Assiáh).
Siguiendo con el aspecto de polarización de la energía en el Arbol tenemos tres tipos de sefirot:
Partzufim o Rostros |
Siguiendo con el aspecto de polarización de la energía en el Arbol tenemos tres tipos de sefirot:
Sefirot centrales: Se alinean
en el Pilar Central y representan la conjunción de las sefirot masculinas y
femeninas. Es el caso de Daat,
Tiferet y Yesod. Kether es anterior a la polarización yin-yang y Malkut es la sefirot que recoge
la energía de todas las anteriores.
Las sefirot se configuran en ejes dentro del Arbol de la Vida que
serían los siguientes:
Ejes Horizontales:
Ejes Verticales:
A su vez estas sefirot se configuran en Triadas en las que se manifestará la
dialéctica entre aquellas opuestas. Nos centraremos en las Triadas Estructurales, que son las que se alinean en el Pilar Central o del Equilibrio. El resultado de la dinámica entre sefirot masculinas
y femeninas dentro de su eje determina el equilibrio o desequilibrio de la
sefirot resultante, así Daat
resulta de la conjunción de Jokmáh
y Bináh, Tiferet de la conjunción de Jesed y Guevuráh
y Yesod de la conjunción de Netzaj y Hod. Malkut
sería el resultado de esas sefirot alineadas en el Pilar Central.
Naturalmente no puede existir
un equilibrio perfecto, pues en ese caso no habría dinámica alguna en el Arbol
y eso es imposible, pues como representación del hombre siempre se manifestará
algún aspecto imperfecto, ya que el ser humano como tal no es perfecto y de un
modo u otro siempre “peca”, es decir; comete errores. Sin embargo esto no es
óbice para que conozcamos y hagamos la corrección pertinente en aquellas
dimensiones que muestran desequilibrio. Y por lo general éste se debe a un
exceso o defecto de lo que representa la sefirot, que en síntesis sería un mal
funcionamiento del dar-recibir como aspectos duales del juego yin-yang.
Y en esta dinámica es preciso que el aspecto receptor (Cli) sea mayor que el
aspecto dador (Or), es decir; el recipiente tiene que poder contener la energía
que le llega para no romperse. En todo caso un cierto grado de desequilibrio es esencial pues representa el potencial para evolucionar.
Equilibrio del eje
Jokmáh-Bináh
Triada de las Raíces |
El desequilibrio en este eje
se produce cuando Satán introduce un
elemento que distorsiona a cualquiera de las sefirot. Entendamos aquí que
Satán, como adversario del hombre, tiene una función concreta: dividir para que
el hombre aprenda a unir. En Jokmáh
Satán opera como Lucifer, te liquida
por la luz, te ciega. Es la soberbia espiritual del que cree que ha alcanzado
la iluminación y en realidad cae en la oscuridad por la luz, se ciega. En Bináh en cambio el personaje
sería Lilith, mujer creada como
pareja de Adán pero desechada por querer copular sobre él. ¿Qué nos dice esto?
Que se pone la razón por encima de la intuición, y la razón no es un aspecto
dador, sino estructurador. De modo que Lilith nos muestra una mente
hiperracional y controladora que rechaza la información intuitiva. Aquí la
soberbia radica en creer que la inteligencia humana lo es todo. Y la
información que no se amolda a las rígidas estructuras mentales es desechada
sin más. ¿A qué nos recuerda esto? Al dogmatismo de la ciencia que desprecia
todo aquello que escapa a su control. El personaje de Eva representa en cambio a la razón que acepta los contenidos de la
intuición (Adán), y cuya cópula da
fruto: Daat, el Conocimiento.
Un conocimiento que, en el momento en que se produce, debe desaparecer como
entidad fija, hasta ser completado o sustituido por otro conocimiento nuevo.
Por eso Daat no es una
dimensión como las otras y se conoce como la no sefirá.
La perfecta conjunción entre Jokmáh y Bináh se da cuando los dos hemisferios se integran totalmente. Si esto sucede la Luz baja directamente a través del vacío de Kether (Corona) y se produce la Iluminación. El sendero que une ambas sefirot se conoce como Viga de la Espiritualidad, y su arcano correspondiente es el número 3, La Emperatriz, que representa la integración de los opuestos. Las tres sefirot implicadas configuran la Triada de las Raíces, llamada así porque el Arbol de la Vida tiene sus raíces en el Cielo y su fruto, Malkut, en la Tierra.
La perfecta conjunción entre Jokmáh y Bináh se da cuando los dos hemisferios se integran totalmente. Si esto sucede la Luz baja directamente a través del vacío de Kether (Corona) y se produce la Iluminación. El sendero que une ambas sefirot se conoce como Viga de la Espiritualidad, y su arcano correspondiente es el número 3, La Emperatriz, que representa la integración de los opuestos. Las tres sefirot implicadas configuran la Triada de las Raíces, llamada así porque el Arbol de la Vida tiene sus raíces en el Cielo y su fruto, Malkut, en la Tierra.
Equilibrio del eje Jesed-Guevuráh
Triada de la Ética |
Para que se dé un equilibrio
en este eje es preciso que el elemento dador (Jesed) pueda ser contenido, es decir; limitado, por el
aspecto receptor (Guevuráh).
En el Arbol de la Vida el sendero
que une estas dos sefirot es conocido como Viga de la Individualidad, pues separa el aspecto personal en el Arbol del
aspecto transpersonal, y corresponde al arcano de La Justicia, cuya misión es precisamente equilibrar ambos aspectos.
Un ejemplo de ésto es el sistema inmunológico (Guevuráh) haciéndose cargo del crecimiento excesivo (Jesed) de las células que pueden
derivar en un tumor.
El equilibrio entre Jesed y Guevuráh se manifiesta en Tiferet, cuyo significado: Belleza, Armonía,
apunta a las cualidades que resultan de este equilibrio. En el centro del Arbol
de la Vida, en Tiferet
confluyen influencias de todas las sefirot, 8 de ellas conectadas directamente
por los Senderos Subjetivos y la de Malkut de modo indirecto a
través de Yesod. Las tres
sefirot implicadas: Jesed, Guevuráh y Tiferet configuran
la Triada de la Etica
Las anteriores sefirot citadas
se encuentran más allá de la forma, en el plano transpersonal, a excepción de Tiferet, el centro de la
Individualidad, que conecta ambos planos y se erige, o debería erigirse, en el
director de orquesta del plano inferior, constituído por la Triada de la Inserción en el Mundo y
cuyo centro es la sefirá de Yesod,
la Personalidad. Aquí el eje se encuentra entre Netzaj y Hod,
es decir; entre la dimensión emocional y la dimensión mental. En Netzaj comienza propiamente la
manifestación de la multiplicidad, con una serie de energías que constituyen el
combustible para la acción. Estas energías, las “Huestes”, que encontramos en
el nombre divino de la sefirá: Eterno de las Huestes, son de naturaleza
emocional y pasional, e incluso más concretamente sexual, entendiendo este
término no como lo exclusivamente genital sino en un sentido más amplio como lo
que Freud denominaba Libido.
Es evidente que Netzaj es una
sefirá expansiva, es decir; dadora, mientras que la sefirá receptora
del eje es naturalmente Hod,
la mente concreta. El aspecto restrictivo que ha de jugar Hod es esencial para que no se desborden las energías
pasionales, y no hace falta comentar cual es el resultado si fracasa el
pensamiento racional poniendo orden en las imperiosas energías con que cuenta
la libido, y lo cierto es que a menudo, y la mayoría lo sabemos por
experiencia, el “dique se rompe” y arrasa con todo. Un buen equilibrio en este
eje permite que Hod pueda
concretar los deseos expresados por Netzaj
haciendo uso de eso que comúnmente se llama sentido común, y que es bastante
poco común por requerir de una buena dosis de inteligencia. Este juego
mental-emocional es recogido por la sefirá de Yesod, el centro de la Personalidad, el ego. La dialéctica
psicoanalítica entre Ello (Netzaj),
Superyó (Hod) y Yo
(Yesod) es válida para
explicar este eje en el que, naturalmente, el ego de Yesod ha de conciliar ambas exigencias.
Pensamientos y emociones se retroalimentan y se comunican a través de la llamada Viga de la Personalidad, el Sendero XVI que corresponde al arcano del Tarot denominado La Torre. Recordemos que la palabra persona viene del latín “per sonare”, para sonar, en referencia a la máscara que se ponía el actor para representar su personaje y que también le permitía proyectar la voz en la representación. El arcano de La Torre nos muestra la destrucción de nuestra identificación con el personaje en momentos de graves crisis. Los personajes que caen representan a Netzaj (emociones) y Hod (pensamientos), el soporte de nuestra personalidad. Estas crisis, a veces muy duras, nos dan la oportunidad para un crecimiento evolutivo que nos permita poner nuestro centro en Tiferet en vez de en Yesod. Subrayando, eso sí, que no se trata de destruir el ego, sino de destruir nuestra identificación con ese ego que, junto con el cuerpo físico (sagrado como indica el nombre del arcano: La Maison Dieu) constituyen el vehículo transitorio con el que actuamos en el mundo físico de Malkut.
Equilibrio del eje Netzaj-Hod
Triada de la Inserción en el Mundo |
Pensamientos y emociones se retroalimentan y se comunican a través de la llamada Viga de la Personalidad, el Sendero XVI que corresponde al arcano del Tarot denominado La Torre. Recordemos que la palabra persona viene del latín “per sonare”, para sonar, en referencia a la máscara que se ponía el actor para representar su personaje y que también le permitía proyectar la voz en la representación. El arcano de La Torre nos muestra la destrucción de nuestra identificación con el personaje en momentos de graves crisis. Los personajes que caen representan a Netzaj (emociones) y Hod (pensamientos), el soporte de nuestra personalidad. Estas crisis, a veces muy duras, nos dan la oportunidad para un crecimiento evolutivo que nos permita poner nuestro centro en Tiferet en vez de en Yesod. Subrayando, eso sí, que no se trata de destruir el ego, sino de destruir nuestra identificación con ese ego que, junto con el cuerpo físico (sagrado como indica el nombre del arcano: La Maison Dieu) constituyen el vehículo transitorio con el que actuamos en el mundo físico de Malkut.
Ejes Verticales:
Equilibrio del Eje Kether-Malkut: Cielo-Tierra, Espíritu-Materia.
En el Pilar Central del Arbol este eje muestra los dos polos clásicos que
representan las direcciones de Arriba
(Cénit) y Abajo (Nadir), comúnmente
denominados Cielo y Tierra, el Axis
Mundi de muchas tradiciones. En el Arbol de la Vida se corresponden a las
sefirot de Kether y Malkut. Recordemos que las raíces de
este Arbol están en el Cielo, siendo el fruto la sefirá de Malkut, la tierra en el
sentido amplio del mundo material. Existe aquí una evidente polaridad de
género, siendo el cielo el polo masculino y la tierra el femenino, y por tanto;
el dador es el cielo y la receptora la tierra. Y en la Cábala se
los conoce como El Rey y La Reina, o El Rey y La Novia. Malkut
es la morada de la Shekináh, la
presencia divina en el mundo material, el aspecto femenino de Dios ya que el
mundo material, desde las galaxias a las partículas subatómicas, recibe el Espíritu de Kether.
“Es a través del aspecto
femenino de Dios que los treinta y dos senderos se revelan a los justos. Los
Tzadik-justos ascienden el sendero desde el Reino de Malkut (en el árbol
Yetzirático es el lugar en el que mora la Shekinah o Presencia Divina), a
través de Yesod-Fundamento hasta Tiferet-Belleza” nos dice Ibn Gabirol. Este
movimiento ascendente de Malkut a Kether se hace a través
del llamado Sendero de la Flecha,
que transcurre en el Pilar Central del Arbol pasando por las sefirot de Yesod,
Tiferet
y Daat,
y trascendiendo las tres barreras que se asocian a estas sefirot: Queset, el Arco Iris (Yesod), Parojet,
el Velo del Templo (Tiferet) y Teham, el Abismo (Daat). Este camino directo es el Sendero de la Iluminación,
y las barreras son las tres pruebas fundamentales para llegar al Origen:
trascender el Ego (Yesod), trascender la propia Individualidad (Tiferet)
y trascender la dualidad básica sujeto-objeto (Daat). Pero siendo la
gran metáfora evolutiva de la Cábala el ascenso del alma por el Arbol de la
Vida, existe otro modo de llegar de Malkut a Kether que es recorriendo
todos los senderos y accediendo a todas las sefirot. Este camino es el que
representa Najushtan, la serpiente del Arbol que sube rodeando cada sefirá
e integrando todo lo que ésta representa. Ambos caminos evolutivos contribuyen al Tikún Olam, el plan espiritual de
evolución del mundo.
La ruptura del equilibrio en este eje se manifiesta en la desconexión con la Fuente, Kether, de forma que lo que el Espíritu da en abundancia el mundo material de Malkut no lo recibe, merced a esta desconexión que no es sino el olvido de su Origen. El paradigma materialista en el que vivimos actualmente es un ejemplo de este desequilibrio en el que Dios es sustituído por el azar, y se vive únicamente dentro de la Triada de la Inserción en el Mundo, cuyo centro es Yesod, el Ego. Es la Edad de Hierro de la tradición, el Kali Yuga del hinduismo, el punto de mayor exilio del Espíritu.
La ruptura del equilibrio en este eje se manifiesta en la desconexión con la Fuente, Kether, de forma que lo que el Espíritu da en abundancia el mundo material de Malkut no lo recibe, merced a esta desconexión que no es sino el olvido de su Origen. El paradigma materialista en el que vivimos actualmente es un ejemplo de este desequilibrio en el que Dios es sustituído por el azar, y se vive únicamente dentro de la Triada de la Inserción en el Mundo, cuyo centro es Yesod, el Ego. Es la Edad de Hierro de la tradición, el Kali Yuga del hinduismo, el punto de mayor exilio del Espíritu.
Equilibrio del Eje Tiferet-Yesod: Individualidad-Personalidad, Yo Superior- Ego
También en el Pilar Central, y formando parte del Sendero de la Flecha, este eje interno
comunica la sefirá central de Tiferet,
como centro de la Individualidad, dentro de la dimensión mental de Briah, con la sefirá de Yesod, centro de la
Personalidad, en la dimensión psíquica de Yetziráh. Para ilustrar la relación entre estas dos sefirot podemos
referirnos a los astros asociados a cada una de ellas: el Sol para Tiferet y la Luna para Yesod. Evidentemente el sol
juega un papel activo dando su luz, que la luna recibe y refleja iluminando la
propia tierra, Malkut. Y del
mismo modo que la luna es cambiante y por ello solo puede reflejar la luz al
máximo en su fase de luna llena, Yesod,
el ego, solo puede recibir la influencia de Tiferet cuando está alineado adecuadamente con ella.
Y para ello lo primero es que el ego sepa que, al igual que la luna, carece de
luz propia, y que tan solo puede reflejar la que le llega de un plano superior,
dónde reside su verdadera identidad, ese
Centro al que todas las tradiciones espirituales se refieren, el Ser, el
Yo Superior, el Sí Mismo etc. La receptividad de Yesod depende de este conocimiento, y a mayor receptividad
mayor luz se puede recibir, la conexión será más fuerte y podremos oír esa voz
interior que es nuestra guía. El desequilibrio surge cuando nos identificamos
con la personalidad, Yesod, ignorando la dimensión superior de Tiferet. El ego, que como la
luna no tiene luz propia y sólo puede reflejar la ajena, se convierte en señor
de la casa, y toda la dimensión transpersonal del Arbol de la Vida permanece
ignorada, quedando exiliados en la Triadade Inserción en el Mundo.
El Sendero que une a Tiferet con Yesod es el XIV, LaTemplanza, en la que vemos a un ángel mezclando el contenido de dos
vasijas. El acto nos sugiere el modo en que un líquido se templa, mezclando lo
frío con lo caliente, es decir; el líquido, las emociones,
deben templarse si se quiere aspirar a un plano superior, el plano
mental, sugerido por las alas del ángel, que nos remiten al elemento aire. Para
acceder a Tiferet se requiere
no solo una disposición receptiva, sino también un temple de acero, tal y como
las espadas que portaban los templarios, llamados así por residir en el Templo
de Salomón. En nuestro templo de Tiferet
podremos comunicarnos con el Altísimo, Kether,
y conocer lo que significa esa frase del Maestro: “El Padre y Yo somos Uno”.
💧💧💧💧
No olvidar que el equilibrio a lograr en cada eje del Arbol de la Vida no es un equilibrio estático, algo que sería inmovilista y no permitiría ninguna evolución. El verdadero equilibrio se consigue de un modo similar a montar en bicicleta, corrigiendo a cada momento el desplazamiento a izquierda o a derecha, y procurando no mirar atrás. Y, por supuesto, las caídas forman parte del proceso. Lo único que hay que hacer es levantarse y seguir hacia delante.