viernes, 7 de febrero de 2020

Equilibrio y desequilibrio en el Arbol de la Vida

El Arbol de la Vida como diagrama esencial de la Cábala representa al mismo tiempo el Macrocosmos y el Microcosmos, al Universo y su génesis como Macrocosmos y al hombre como Microcosmos. El equilibrio o desequilibrio en el Arbol tiene relación, tanto en un caso como en otro, con el juego dialéctico de dar-recibir. Existe un paralelismo entre ambos en este aspecto básico: siempre el aspecto receptivo tiene que poder recibir las energías que le llegan del aspecto dador. Y podemos identificar ambos aspectos con lo masculino y lo femenino, no en absoluto desde el punto de vista de género, sino como lo dador (masculino) y lo receptivo (femenino).


Tomemos el ejemplo de lo que sucedió según Isaac Luria en la creación del universo, cuyo principio fue el TzimTzum זּוּם זּוּם  o retracción del Ein Sof a fin de crear un espacio vacío en el que puedan desarrollarse otros mundos. Estos mundos se crearán a partir de la Luz Infinita (Or), simbolizada por el Kav o Rayo Relampagueante que penetrará en ese vacío y necesitará de receptáculos (Cli) para contenerlo y dar lugar a cada dimensión o sefirá. Pues bien, en un primer intento, el llamado TzimTzum Aleph, los recipientes no pudieron contener esta Luz del Kav y se produjo la llamada "rotura de los recipientes" (shevirat-ha-kelim). Los pedazos rotos de esta fractura cósmica atraparon la luz divina, que quedó encerrada en los Cliphot, como “cara oscura” de las sefirot. Hubo claro está un segundo intento, pues si no no estaríamos aquí, el llamado TzimTzum Beth, cuyo éxito se basó en la restricción de la Luz que el Kav iba dejando en los recipientes que darían lugar a las sefirot a fin de que pudieran contenerla, evitando un choque frontal mediante un flujo progresivo de esa Luz. Todo ello nos muestra como el desequilibrio se produce cuando el aspecto receptor (las sefirot) no puede contener al aspecto dador (la Luz Infinita del Ein Sof), y como la restricción o, por decirlo de algún modo, rechazo de parte de la energía de esa Luz, es fundamental para que no se produzca el desequilibrio. 

El primer mundo que recibe la Luz del Infinito (Ein Sof) se denomina Adam Kadmon el Hombre Primordial, la forma arquetípica que permea el universo, equivalente al Purusha de los Vedas.  Adam Kadmon es el aspecto anterior a la polaridad masculino-femenina, ni siquiera todavía en potencia, pues solo hay distintas frecuencias de luz (Orot). A este primer mundo anterior a la manifestación de la dualidad le sigue Atziluth. El universo de Atziluth es ese espacio de transición entre lo infinito y lo finito, es la configuración la las Orot (energías) que se dividen lentamente en aspectos dadores o masculinos (Or) y aspectos receptivos o femeninos (Cli). Y el resultado de esta división de energías es la primera manifestación de la dualidad en el universo, el juego del Yin-Yang como aspectos opuestos pero complementarios. Y podemos ver en el famoso diagrama taoísta que los representa como ambos aspectos contienen una parte del otro, lo que supone que ambos toman conciencia del otro dentro de sí mismos. La polarización de la energía se representa en el Arbol de la Vida como los pilares laterales, el derecho de color blanco como el aspecto Yang y el izquierdo de color negro como el aspecto Yin. Y las sefirot que las representan son Abba (Padre), Jokmáh, e Imma (Madre), Bináh, que junto con Kether forman el Arik Jampin o Gran Rostro. Estas sefirot no fueron afectadas por la reconfiguración del TzimTzum Beth


El despliegue de la información de Atziluth da lugar a los niveles de manifestación de Briáh, Yetziráh y Assiáh. Briáh como universo creado pertenece a Imma, mientras que Abba representa todo el potencial de Atziluth. Yetziráh configura el llamado Zeir Ampin (Rostro Menor) formado por las 6 sefirot de Jesed, Guevuráh, Tiferet, Netzaj, Hod y Yesod como dimensiones del mundo psíquico, mientras que Assiah da lugar al mundo físico de Malkut. Estos tres mundos se corresponden con los niveles del alma conocidos como Neshamáh (Briáh), Ruaj (Yetziráh) y Nefesh (Assiáh).


Partzufim o Rostros

Siguiendo con el aspecto de polarización de la energía en el Arbol tenemos tres tipos de sefirot:
Sefirot masculinas o expansivas: Se alinean en el Pilar Derecho y son: Jokmáh, Jesed y Netzaj.
Sefirot femeninas o receptivas: Se alinean en el Pilar Izquierdo y son: Bináh, Guevuráh y Hod.
Sefirot centrales: Se alinean en el Pilar Central y representan la conjunción de las sefirot masculinas y femeninas. Es el caso de Daat, Tiferet y Yesod. Kether es anterior a la polarización yin-yang y Malkut es la sefirot que recoge la energía de todas las anteriores.

Las sefirot se configuran en ejes dentro del Arbol de la Vida que serían los siguientes:


Ejes Horizontales:
Eje Jokmah-Binah: Polaridad Yin-Yang, Pasado-Futuro, Espacio-Tiempo, Energía-Materia.
Eje Jesed-Gevurah: Polaridad Bien-Mal, Expansión-Restricción.
Eje  Hod-Netzaj: Polaridad aspecto mental-aspecto emocional.
Ejes Verticales:
Eje Kether-Malkuth: Cielo-Tierra, Espíritu-Materia.
Eje Tiferet-Yesod: Individualidad-Personalidad, Yo Superior- Ego.


A su vez estas sefirot se configuran en Triadas en las que se manifestará la dialéctica entre aquellas opuestas. Nos centraremos en las Triadas Estructurales, que son las que se alinean en el Pilar Central o del Equilibrio. El resultado de la dinámica entre sefirot masculinas y femeninas dentro de su eje determina el equilibrio o desequilibrio de la sefirot resultante, así Daat resulta de la conjunción de Jokmáh y Bináh, Tiferet de la conjunción de Jesed y Guevuráh y Yesod de la conjunción de Netzaj y Hod. Malkut sería el resultado de esas sefirot alineadas en el Pilar Central.
Naturalmente no puede existir un equilibrio perfecto, pues en ese caso no habría dinámica alguna en el Arbol y eso es imposible, pues como representación del hombre siempre se manifestará algún aspecto imperfecto, ya que el ser humano como tal no es perfecto y de un modo u otro siempre “peca”, es decir; comete errores. Sin embargo esto no es óbice para que conozcamos y hagamos la corrección pertinente en aquellas dimensiones que muestran desequilibrio. Y por lo general éste se debe a un exceso o defecto de lo que representa la sefirot, que en síntesis sería un mal funcionamiento del dar-recibir como aspectos duales del juego yin-yang. Y en esta dinámica es preciso que el aspecto receptor (Cli) sea mayor que el aspecto dador (Or), es decir; el recipiente tiene que poder contener la energía que le llega para no romperse. En todo caso un cierto grado de desequilibrio es esencial pues representa el potencial para evolucionar.


Equilibrio del eje Jokmáh-Bináh

Triada de las Raíces
Para entender esta dinámica podemos imaginar que Jokmáh es la luz y Bináh la bombilla gracias a la cual podemos verla. Jokmáh es la sefirá que recibe la información del nivel más alto del alma, la Sabiduría que se recibe de modo intuitivo y directo proveniente de la Fuente del Absoluto, Kether. En el ser humano está representada por el hemisferio derecho, que es el holístico e intuitivo. La información que viene de Jokmáh proviene del nivel más alto del alma: Yejidáh, pero no es accesible mientras no tengamos abierto el cli de la conciencia. El hombre anhelante de luz siempre ha buscado conectar con este nivel, incluso mediante medios químicos. Sin embargo éstos abren la conciencia pero si no se integra la información recibida se producirá un desequilibrio que puede llevar a la locura. No en vano el Sendero de El Loco une las sefirot de Kether y Jokmáh. Para integrar esta información que Jokmáh transmite se necesita a Bináh. Esta sefirá actua como cli o receptáculo y lo hace estructurando dicha información mediante la limitación o restricción de esa energía para dar forma a nuevos contenidos. Esta elaboración puede compararse con una gestación, y como sabemos dicha gestación requiere una nueva dimensión: el tiempo. Bináh está representada por el hemisferio izquierdo, el secuencial y racional. El nombre de la sefirá: Entendimiento o Inteligencia, aclara perfectamente su función, pues sin estos atributos no es posible integrar la información recibida. Evidentemente a mayor inteligencia mayor cantidad de información se puede aprehender.


El desequilibrio en este eje se produce cuando Satán introduce un elemento que distorsiona a cualquiera de las sefirot. Entendamos aquí que Satán, como adversario del hombre, tiene una función concreta: dividir para que el hombre aprenda a unir. En Jokmáh Satán opera como Lucifer, te liquida por la luz, te ciega. Es la soberbia espiritual del que cree que ha alcanzado la iluminación y en realidad cae en la oscuridad por la luz, se ciega. En Bináh en cambio el personaje sería Lilith, mujer creada como pareja de Adán pero desechada por querer copular sobre él. ¿Qué nos dice esto? Que se pone la razón por encima de la intuición, y la razón no es un aspecto dador, sino estructurador. De modo que Lilith nos muestra una mente hiperracional y controladora que rechaza la información intuitiva. Aquí la soberbia radica en creer que la inteligencia humana lo es todo. Y la información que no se amolda a las rígidas estructuras mentales es desechada sin más. ¿A qué nos recuerda esto? Al dogmatismo de la ciencia que desprecia todo aquello que escapa a su control. El personaje de Eva representa en cambio a la razón que acepta los contenidos de la intuición (Adán), y cuya cópula da fruto: Daat, el Conocimiento. Un conocimiento que, en el momento en que se produce, debe desaparecer como entidad fija, hasta ser completado o sustituido por otro conocimiento nuevo. Por eso Daat no es una dimensión como las otras y se conoce como la no sefirá

La perfecta conjunción entre Jokmáh y Bináh se da cuando los dos hemisferios se integran totalmente. Si esto sucede la Luz baja directamente a través del vacío de Kether (Corona) y se produce la Iluminación. El sendero que une ambas sefirot se conoce como Viga de la Espiritualidad, y su arcano correspondiente es el número 3, La Emperatriz, que representa la integración de los opuestos. Las tres sefirot implicadas configuran la Triada de las Raíces, llamada así porque el Arbol de la Vida tiene sus raíces en el Cielo y su fruto, Malkut, en la Tierra.




Equilibrio del eje Jesed-Guevuráh
Triada de la Ética
El eje ético del Arbol de la Vida representa la necesidad de equilibrar la dimensión expansiva representada por Jesed con la dimensión restrictiva de Guevuráh. La sefirá de Jesed, que representa el amor y la misericordia, y metafóricamente se conoce como la mano derecha de Dios, el arquetipo de la Bondad suprema, concentra todas las modalidades de dar como manifestación de un sentimiento de abundancia que necesita expandirse. La hospitalidad, el humanitarismo, la generosidad, el dar sin pretender recibir nada a cambio, todas esas conductas que distinguen a un hombre bueno y que son sin duda admirables pueden llevar a un extremo si no se les pone límites, función que realiza Guevuráh con su aspecto restrictivo, poniendo coto a los excesos del buenismo que lleva con frecuencia a actuar a favor de otros pero en perjuicio de uno mismo. La necesidad de ser asertivo requiere decir que no a muchas demandas, de lo contrario somos utilizados en perjuicio no solo nuestro sino también de los que se aprovechan de nosotros. Dar de modo ilimitado a un receptor egoísta nos deja sin energía. Un ejemplo muy actual de la necesidad de poner límites es la educación que se está dando a los niños. Como los padres sufrieron un exceso de autoritarismo ahora se pasa al extremo contrario y los niños no reciben una corrección adecuada a sus actos, con lo que se convierten en pequeños tiranos. En Guevuráh está la disciplina, necesaria para cualquier actividad. Otro ejemplo sería la nutrición, un exceso de la expansión de Jesed llevaría a la glotonería, e incluso a la bulimia, y lógicamente será Guevuráh quien ponga los límites, que si son excesivos llevarían al extremo opuesto: la anorexia.

Para que se dé un equilibrio en este eje es preciso que el elemento dador (Jesed) pueda ser contenido, es decir; limitado, por el aspecto receptor (Guevuráh). En el Arbol de la Vida el sendero que une estas dos sefirot es conocido como Viga de la Individualidad, pues separa el aspecto personal en el Arbol del aspecto transpersonal, y corresponde al arcano de La Justicia, cuya misión es precisamente equilibrar ambos aspectos. Un ejemplo de ésto es el sistema inmunológico (Guevuráh) haciéndose cargo del crecimiento excesivo (Jesed) de las células que pueden derivar en un tumor.

El equilibrio entre Jesed y Guevuráh se manifiesta en Tiferet, cuyo significado: Belleza, Armonía, apunta a las cualidades que resultan de este equilibrio. En el centro del Arbol de la Vida, en Tiferet confluyen influencias de todas las sefirot, 8 de ellas conectadas directamente por los Senderos Subjetivos y la de Malkut de modo indirecto a través de Yesod. Las tres sefirot implicadas: Jesed, Guevuráh y Tiferet configuran la Triada de la Etica


 Equilibrio del eje Netzaj-Hod

Triada de la Inserción en el Mundo
Las anteriores sefirot citadas se encuentran más allá de la forma, en el plano transpersonal, a excepción de Tiferet, el centro de la Individualidad, que conecta ambos planos y se erige, o debería erigirse, en el director de orquesta del plano inferior, constituído por la Triada de la Inserción en el Mundo y cuyo centro es la sefirá de Yesod, la Personalidad. Aquí el eje se encuentra entre Netzaj y Hod, es decir; entre la dimensión emocional y la dimensión mental. En Netzaj comienza propiamente la manifestación de la multiplicidad, con una serie de energías que constituyen el combustible para la acción. Estas energías, las “Huestes”, que encontramos en el nombre divino de la sefirá: Eterno de las Huestes, son de naturaleza emocional y pasional, e incluso más concretamente sexual, entendiendo este término no como lo exclusivamente genital sino en un sentido más amplio como lo que Freud denominaba Libido. Es evidente que Netzaj es una sefirá expansiva, es decir; dadora, mientras que la sefirá receptora del eje es naturalmente Hod, la mente concreta. El aspecto restrictivo que ha de jugar Hod es esencial para que no se desborden las energías pasionales, y no hace falta comentar cual es el resultado si fracasa el pensamiento racional poniendo orden en las imperiosas energías con que cuenta la libido, y lo cierto es que a menudo, y la mayoría lo sabemos por experiencia, el “dique se rompe” y arrasa con todo. Un buen equilibrio en este eje permite que Hod pueda concretar los deseos expresados por Netzaj haciendo uso de eso que comúnmente se llama sentido común, y que es bastante poco común por requerir de una buena dosis de inteligencia. Este juego mental-emocional es recogido por la sefirá de Yesod, el centro de la Personalidad, el ego. La dialéctica psicoanalítica entre Ello (Netzaj), Superyó (Hod) y Yo (Yesod) es válida para explicar este eje en el que, naturalmente, el ego de Yesod ha de conciliar ambas exigencias. 

Pensamientos y emociones se retroalimentan y se comunican a través de la llamada Viga de la Personalidad, el Sendero XVI que corresponde al arcano del Tarot denominado La Torre. Recordemos que la palabra persona viene del latín “per sonare”, para sonar, en referencia a la máscara que se ponía el actor para representar su personaje y que también le permitía proyectar la voz en la representación. El arcano de La Torre nos muestra la destrucción de nuestra identificación con el personaje en momentos de graves crisis. Los personajes que caen representan a Netzaj (emociones) y Hod (pensamientos), el soporte de nuestra personalidad. Estas crisis, a veces muy duras, nos dan la oportunidad para un crecimiento evolutivo que nos permita poner nuestro centro en Tiferet en vez de en Yesod. Subrayando, eso sí, que no se trata de destruir el ego, sino de destruir nuestra identificación con ese ego que, junto con el cuerpo físico (sagrado como indica el nombre del arcano: La Maison Dieu) constituyen el vehículo transitorio con el que actuamos en el mundo físico de Malkut.

Ejes Verticales:
Equilibrio del Eje Kether-Malkut: Cielo-Tierra, Espíritu-Materia.

En el Pilar Central del Arbol este eje muestra los dos polos clásicos que representan las direcciones de Arriba (Cénit) y Abajo (Nadir), comúnmente denominados Cielo y Tierra, el Axis Mundi de muchas tradiciones. En el Arbol de la Vida se corresponden a las sefirot de Kether y Malkut. Recordemos que las raíces de este Arbol están en el Cielo, siendo el fruto la sefirá de Malkut, la tierra en el sentido amplio del mundo material. Existe aquí una evidente polaridad de género, siendo el cielo el polo masculino y la tierra el femenino, y por tanto; el dador es el cielo y la receptora la tierra. Y en la Cábala se los conoce como El Rey y La Reina, o El Rey y La Novia. Malkut es la morada de la Shekináh, la presencia divina en el mundo material, el aspecto femenino de Dios ya que el mundo material, desde las galaxias a las partículas subatómicas, recibe el Espíritu de Kether. “Es a través del aspecto femenino de Dios que los treinta y dos senderos se revelan a los justos. Los Tzadik-justos ascienden el sendero desde el Reino de Malkut (en el árbol Yetzirático es el lugar en el que mora la Shekinah o Presencia Divina), a través de Yesod-Fundamento hasta Tiferet-Belleza nos dice Ibn Gabirol. Este movimiento ascendente de Malkut a Kether se hace a través del llamado Sendero de la Flecha, que transcurre en el Pilar Central del Arbol pasando por las sefirot de Yesod, Tiferet y Daat, y trascendiendo las tres barreras que se asocian a estas sefirot: Queset, el Arco Iris (Yesod), Parojet, el Velo del Templo (Tiferet) y Teham, el Abismo (Daat). Este camino directo es el Sendero de la Iluminación, y las barreras son las tres pruebas fundamentales para llegar al Origen: trascender el Ego (Yesod), trascender la propia Individualidad (Tiferet) y trascender la dualidad básica sujeto-objeto (Daat). Pero siendo la gran metáfora evolutiva de la Cábala el ascenso del alma por el Arbol de la Vida, existe otro modo de llegar de Malkut a Kether que es recorriendo todos los senderos y accediendo a todas las sefirot. Este camino es el que representa Najushtan, la serpiente del Arbol que sube rodeando cada sefirá e integrando todo lo que ésta representa. Ambos caminos evolutivos contribuyen al Tikún Olam, el plan espiritual de evolución del mundo. 
La ruptura del equilibrio en este eje se manifiesta en la desconexión con la Fuente, Kether, de forma que lo que el Espíritu da en abundancia el mundo material de Malkut no lo recibe, merced a esta desconexión que no es sino el olvido de su Origen. El paradigma materialista en el que vivimos actualmente es un ejemplo de este desequilibrio en el que Dios es sustituído por el azar, y se vive únicamente dentro de la Triada de la Inserción en el Mundo, cuyo centro es Yesod, el Ego. Es la Edad de Hierro de la tradición, el Kali Yuga del hinduismo, el punto de mayor exilio del Espíritu.


Equilibrio del Eje Tiferet-Yesod: Individualidad-Personalidad, Yo Superior- Ego
También en el Pilar Central, y formando parte del Sendero de la Flecha, este eje interno comunica la sefirá central de Tiferet, como centro de la Individualidad, dentro de la dimensión mental de Briah, con la sefirá de Yesod, centro de la Personalidad, en la dimensión psíquica de Yetziráh. Para ilustrar la relación entre estas dos sefirot podemos referirnos a los astros asociados a cada una de ellas: el Sol para Tiferet y la Luna para Yesod. Evidentemente el sol juega un papel activo dando su luz, que la luna recibe y refleja iluminando la propia tierra, Malkut. Y del mismo modo que la luna es cambiante y por ello solo puede reflejar la luz al máximo en su fase de luna llena, Yesod, el ego, solo puede recibir la influencia de Tiferet cuando está alineado adecuadamente con ella. Y para ello lo primero es que el ego sepa que, al igual que la luna, carece de luz propia, y que tan solo puede reflejar la que le llega de un plano superior, dónde reside su verdadera  identidad, ese Centro al que todas las tradiciones espirituales se refieren, el Ser, el Yo Superior, el Sí Mismo etc. La receptividad de Yesod depende de este conocimiento, y a mayor receptividad mayor luz se puede recibir, la conexión será más fuerte y podremos oír esa voz interior que es nuestra guía. El desequilibrio surge cuando nos identificamos con  la personalidad, Yesod,  ignorando la dimensión superior de Tiferet. El ego, que como la luna no tiene luz propia y sólo puede reflejar la ajena, se convierte en señor de la casa, y toda la dimensión transpersonal del Arbol de la Vida permanece ignorada, quedando exiliados en la Triadade Inserción en el Mundo.

El Sendero que une a Tiferet con Yesod es el XIV, LaTemplanza, en la que vemos a un ángel mezclando el contenido de dos vasijas. El acto nos sugiere el modo en que un líquido se templa, mezclando lo frío con lo caliente, es decir; el líquido, las emociones, deben templarse si se quiere aspirar a un plano superior, el plano mental, sugerido por las alas del ángel, que nos remiten al elemento aire. Para acceder a Tiferet se requiere no solo una disposición receptiva, sino también un temple de acero, tal y como las espadas que portaban los templarios, llamados así por residir en el Templo de Salomón. En nuestro templo de Tiferet podremos comunicarnos con el Altísimo, Kether, y conocer lo que significa esa frase del Maestro: “El Padre y Yo somos Uno”.
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No olvidar que el equilibrio a lograr en cada eje del Arbol de la Vida no es un equilibrio estático, algo que sería inmovilista y no permitiría ninguna evolución. El verdadero equilibrio se consigue de un modo similar a montar en bicicleta, corrigiendo a cada momento el desplazamiento a izquierda o a derecha, y procurando no mirar atrás. Y, por supuesto, las caídas forman parte del proceso. Lo único que hay que hacer es levantarse y seguir hacia delante.