viernes, 18 de enero de 2013

La Tierra Prometida


And my spirit is crying for leaving…”
Stairway to Heaven (Led Zeppelin)

La mayor parte de la humanidad vive una existencia en la que impera la supervivencia y las funciones naturales;  obtener alimento y refugio, reproducirse y mantenerse a salvo en un grupo más o menos grande en el que obtiene un rol con el que puede identificarse y que, a veces depende de su trabajo, y a veces depende de su linaje. Esto podría considerarse una modalidad “vegetal”: comer, dormir y propagarse. El siguiente nivel de evolución tendría como impulso central no la simple supervivencia, sino la voluntad de dominio. La modalidad sería “animal”, y el mejor ejemplo de ésta los depredadores, entre los que impera la ley del más fuerte. Imperios han nacido de este impulso pero han caído igualmente, pues nada permanente existe en este reinado animal. Cuando la vitalidad de los poderosos decae, otros más jóvenes llegan para sustituirlos.

Esclavos hebreos en Egipto
Por otro lado, el ser humano desde su nacimiento hasta su juventud, y por lo general, tiene inocencia e integridad, e incluso un sentido de la verdad, un deseo de mejorar el mundo en que se encuentra y que no le gusta. El idealismo surge del atisbo de una vida superior, de un propósito por el cual está aquí. Pero estos “sueños” pronto se olvidan con las exigencias mundanas y con sus placeres. La costumbre y las rutinas diarias copan toda su atención, y cuando llega a una edad avanzada ya es demasiado tarde para hacer algo antes de ser atraído por la muerte. El individuo natural ha quedado confinado en el Mundo de Assiah, donde nacerá y morirá en una existencia cíclica. El alma natural o Nefesh se recicla en un proceso que se conoce con el nombre de Gilgulim o Ruedas de la Transmigración. Solo al realizar todos los potenciales de Nefesh surge la posibilidad de acceder al siguiente nivel, para el que se requiere un alma más evolucionada: el alma emocional-mental representada por Ruaj. Literalmente el hombre va afinando el vehículo que le permite ascender. Y la señal no es otra que el deseo de hacerlo, ese impulso que describe magistralmente Ken Wilber en su “Proyecto Atman”. Mientras no surge ese deseo de transcendencia el hombre queda confinado a la realidad del mundo material (realidad viene del latín “res”, cosa, objeto), y al proceso cíclico de muerte y renacimiento llamado Gilgulim o, en el budismo, Samsara.

Hacia la Tierra Prometida
El confinamiento en el Mundo de Assiah supone un estado de esclavitud, en el que viven la mayoría de los humanos sin ser conscientes de ello.  Este estado tiene como metáfora perfecta la esclavitud que sufre el pueblo hebreo en Egipto. En hebreo, la palabra Egipto, cuya raíz es mistraim, quiere decir “encierro”. El Mundo de Assiah, manifestado en la sefirá de Malkut, es el que corresponde a este Egipto simbólico. Y la Tierra Prometida, de la que han sido exiliados los Hijos de Israel, se extiende más allá del Velo del Templo situado en Tiferet, más allá de la llamada Triada del Despertar de la Conciencia, donde se desenvuelven los Mundos de Briah y Atzilut. Los “Hijos de Israel” es la denominación de aquellos hombres y mujeres que, llevados por un anhelo de Verdad y con una experiencia más o menos intensa de lo transcendente, deciden regresar a casa, a la Tierra Prometida que intuyen es su verdadero hogar. Aquí comienza la Teshuvá, la liberación de la esclavitud del confinamiento en Egipto-Malkut. Aquí comienza el ascenso por la Escalera de Jacob, pues es Jacob el representante de estos Hijos de Israel. Israel es el nombre que le dio el ángel tras luchar con él y vencerlo ( ישראל  Yisra'el: “El que lucha con Dios”). Jacob se identificará con Tiferet, mientras que su hermano gemelo, Esaú, representará a Malkut. En medio de ambos, José se identifica con la sefirá de Yesod, el Ego, como intermediario entre Egipto-Malkut y los Hijos de Israel-Jacob.


Todas las tradiciones recogen este anhelo por encontrar un mundo superior del que hemos sido dolorosamente exiliados en mitos como Sangri-La, Shambala, el Reino del Preste Juan… Incluso los cuentos recogen esta historia, tal y como Z’ev Shimón ben Halevi nos relata en “El camino de la Kabbalah” con su análisis del cuento de Cenicienta: “Cenicienta (el alma), la legítima heredera de la casa de su padre es forzada a vivir en la cocina (el cuerpo), mientras que las feas hijas (personas) de su madrastra (el ego) usurpan su lugar. Pero con la ayuda de su madrina (maestro) transmuta una calabaza (alma vegetal) y unos ratones (alma animal) en una carroza (la Merkabah, o Carroza de Ezequiel) que conducirán a Cenicienta al baile (próximo Mundo). También sus harapos son convertidos en un fabuloso vestido (cambio de lo natural a lo sobrenatural). En este estado de Gracia ella es elevada desde Assiah a Yetzirah , donde conoce al príncipe (el espíritu de Briah). Después de varias dificultades con los reclamos del ego y las personas, el alma y el espíritu se unen en matrimonio con gran placer por parte del rey (Adán Kadmon de Atziluth).”


La “Escalera al Cielo” es en Cábala la Escalera de Jacob, el Arbol de la Vida, un camino verdadero entre otros caminos verdaderos, ya que “Todos los caminos llevan a Roma” (Amor). Y el “Exodo” hacia la Tierra Prometida (Eretz Israel),  solo comienza cuando el hombre rechaza las “verdades” de este mundo para conocer la Verdad con mayúsculas, sabiendo que solo entonces podrá liberarse, tal y como las palabras del Rabí Yashua señalaron: “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres”. 

Celebración de la Pascua
Pero abandonar Egipto no es fácil. La esclavitud proporciona seguridad y mantenerse en los estrechos límites de este mundo es doloroso pero conocido. El precio a pagar por la liberación es siempre el mismo en cualquier tradición: el ego debe dejarse atrás.  Y esto es inimaginable para la mayoría de los individuos, cuya identidad está firmemente asentada en el ego. Para el buscador tampoco resulta fácil. Más bien al contrario, no se siente pertenecer al mundo que le rodea, pero tampoco tiene acceso al mundo más elevado que intuye que existe. Busca a tientas, y debe pasar en solitario por una auténtica “travesía del desierto”. El mundo terrenal lo considera anormal por su falta de ambiciones y su cuestionamiento de los valores materialistas, que imperan en Malkut. Además, él, como cualquier otro, debe pagar el precio de Assiah, lo cual significa que tiene que asentarse, aunque sea temporalmente, en este mundo y aprender las lecciones consiguientes. Tiene que forjar una personalidad sólida y convertirse en un ser humano adulto responsable antes de acceder al siguiente escalón. No en vano el significado de Yesod es “Fundamento”. Una vez alcanzado este fundamento no pocos abandonarán la búsqueda, satisfechos o resignados con lo que el mundo puede ofrecerles. Para los que persisten, el salto de  Yesod, la sefirá del ego, a Tiferet, es un auténtico salto cuántico (Pesaj, la Pascua, que marca el comienzo de la liberación del pueblo judío, significa literalmente “salto”), y por lo general el buscador necesitará ayuda externa. Un muy conocido adagio dice que cuando el alumno está preparado aparece el maestro, y sucede entonces que la Providencia parece arreglar un encuentro “casual” con alguien conectado con una tradición viva, como lo es la Cábala.  A partir de aquí ya existe un camino, y el buscador ya no está solo, tiene un maestro y unos compañeros de viaje. Y aunque, como el nacimiento y la muerte, el salto se da en soledad, él ya sabe que realmente no está solo, pues siempre le acompaña esa Presencia que nunca jamás le ha abandonado y que nunca jamás lo hará, y que intuye es su propio Ser Inmortal.


Traspasar el Velo del Templo, un análisis cabalístico de Parojet

Parojet, פרכת , el Velo del Templo, a la altura de Tiferet, es la barrera que separa los mundos superiores de Briah y Atzilut de los inferiores de Yetzirah y Assiah. Esta barrera da acceso a la “Tierra Prometida”, el mundo supramental.
 Aplicando la Cábala práctica sobre esta palabra obtenemos resultados significativos:
La gematria nos da el valor numérico de  פרכת , que es 700. Con este mismo valor encontramos palabras como: “Patria”, “Tierra Santa”, “Israel”, “Reyes” (orden angélico de la sexta sefirá, Tiferet, en el nivel de Yetziráh). Letra Nun final  ן ( última letra de Ain, אין , “Nada”, primer Velo de la Existencia Negativa, lo InmanifestadoAbsoluto). “Levantarse”, “Despertar”.
Aplicando la temurá podemos dividir la palabra  פרכת   en otras dos palabras: פר  cuyo significado es “toro” y כת ,con los significados de “rebaño”, “secta”, “sacrificio”. El toro es precisamente el animal que corresponde al sendero XIV, La Templanza, que es el que va de Yesod a Tiferet. El “sacrificio del toro” no puede ser otro que el del ego, que no queda más remedio que abandonar para seguir adelante.
Podemos utilizar el significado de cada letra para componer una frase o palabra. Cada una de las letras del alefato tiene más de un significado:

letra Pe פ , “boca”, “hombre humilde”.
letra Resh ר , “soplo”, “Espíritu”, ”cabeza”.
letra  כ  Kaf  , “copa”, “caliz”, “mano abierta”.
Letra ת  Tau, “materia”, “misión”, “cruz”.

Seleccionando uno de los significados de cada letra podemos componer la frase: “La materia se transforma es espíritu en el cáliz del hombre humilde”. Esto nos sugiere la transubstanciación del vino (materia) en la sangre (espíritu) del Cristo. El conocido mito del Grial puede interpretarse como la transmutación que el hombre debe hacer para que pueda surgir el Cristo en él, es decir: el reconocimiento de su propia divinidad.
La Tierra Prometida no es un lugar al que ir, sino un estado de conciencia siempre presente, aunque “velado” por la división ilusoria dentro de nosotros. De ahí las palabras del Cristo sobre el Reino de los Cielos: “No dirán: ¡Mirad, aquí está! o ¡Allí está! Porque he aquí que el reino de los Cielos está dentro de vosotros”. (Lucas 17:21)