viernes, 29 de marzo de 2013

El Nombre Divino יהוה


“Si el Nombre de El no fuera articulado nada de lo que es podría ser”
Mordekai bar Haim


Las formas de referirse a Dios en la Toráh son numerosas. Genéricamente tenemos El, אל, que es la misma raíz que el árabe Alláh. Todos los ángeles y arcángeles cuyo nombre termina en “el” incluyen esta referencia a Dios. Por ejemplo, Rafael significa “Dios cura”. Podemos considerar también nombres divinos En Sof (Infinito) o Ehye Aser Ehye “Soy el que Soy” o simplemente “Yo Soy” y, como podemos ver en el Arbol de la Vida, cada una de las sefirot tiene un nombre divino asignado. Debe considerarse a este respecto que todos los nombres divinos son aspectos del Dios Uno. Y es interesante reseñar que en hebreo el nombre divino es tanto masculino como femenino, singular y plural. Por ejemplo, Elohim, אלהים es una raíz singular femenina con terminación masculina plural. Pero el Nombre por antonomasia en el judaísmo es YHWH, transliteración de יהוה, cuya pronunciación es desconocida (por el hecho de ser solo consonantes) y también prohibida (por ser sagrado), por lo que los judíos utilizan generalmente Adonai o más concretamente Ha Shem (El Nombre). Traducido comúnmente por Yavéh, es conocido además con la palabra de origen griego Tetragramma, por sus cuatro letras י (Yod), ה (He), ו (Vav), ה (He).

El Nombre יהוה  aparece como nombre divino en el Arbol de la Vida en la tercera sefirá: Bináh, la Madre Divina capaz de crear con la semilla procedente de Jokmáh. En Bináh comienza propiamente la creación de las formas, siendo Jokmáh pura energía (Kether en movimiento, según Dion Fortune), y toda gestación de formas requiere tiempo. Los dos requisitos de la manifestación fenoménica: espacio (Jokmáh) y tiempo (Bináh) se conjugan para dar lugar a la creación. El nombre יה (Yáh) de Jokmáh se completa con las letras וה, ya que el tiempo puede considerarse como la cuarta dimensión del espacio. La raíz hebrea יה Yáh, se considera una forma abreviada del Tetragramma. La palabra más antigua para alabarle en todos los idiomas es aleluyah (Hallelu-YaH: "alabad a YáH"). La aparición del Nombre en Bináh nos recuerda las palabras del Tao Te King: “Sin nombre es el principio del universo, y con nombre es la madre de todas las cosas”.

El tiempo indicado por יהוה, que es realmente una forma del verbo ser, hace referencia a una existencia continua, sin principio ni fin. “En la lengua hebrea solo hay un verbo absoluto: הוה, ser-siendo. Todos los demás son sustantivos animados de este único verbo. Este es en sí mismo inmutable, sin género ni número ni tiempo verbal. Sin origen ni final“. (La lengua hebraica. Fabre D’Olivet). La forma que adopta YHWH conjuga los tres tiempos:

Era     היה    ( Hayáh )    En tiempo pasado
Es       הוה    ( Havéh )    En tiempo presente
Será   יהיה   ( Ihyéh )      En tiempo futuro

Recordemos que el nombre de la esfera de Kether es  אַהיה (Ehié) “Yo Soy”. Es decir; el Uno que Es en presente, fuera del tiempo, eterno por tanto. Sin embargo en Binah el tiempo aparece y surgen el pasado y el futuro como modalidades de éste, para hacer posible el desenvolvimiento de todas las formas.

El nombre יהוה  no existe como palabra corriente, sino que es construída a partir del presente del verbo ser: הוה  (Havéh)  y el prefijo י que indica la tercera persona del futuro, indicando el ser que es ahora y continúa siendo en el futuro. Podríamos considerarlo como el representante del Ain Sof Aur o En Sof (Luz Infinita) manifestándose en la creación. 

Cada una de las 4 letras del Shem va a generar cada uno de los cuatro Mundos o Niveles de Manifestación:

Letra
Mundo
Sefirá
Rostro
Nivel del alma
Punta superior de Yod
Adán Kadmon
Hombre Primordial o Arquetípico

Kether

Arij Anpin
Rostro Inmenso

Yejidáh
Chispa Divina
Yod   י
Atziluth
Mundo Divino
Jokmáh
Abba
Padre
Jayáh
Alma arquetípica
He     ה
Briáh
Mundo de la Creación
Bináh
Imma
Madre
Neshamá
Alma espiritual
Vau   ו
Yetziráh
Mundo de la Formación
Jesed, Guevuráh, Tiferet, Netzaj, Hod, Yesod
Zer Anpin
Rostro Menor
Ruaj
Alma racional
He    ה
Assiáh
Mundo de la Acción

Malkut
Shekináh

Nefesh
Alma vital

La guematria del Shem es 26: 10 (י) + 5 (ה) + 6 (ו) + 5 (ה). El número 26 es también la suma de los números de las sefirot del Pilar Central del Arbol de la Vida: 1 (Kether) + 6 (Tiferet) + 9 (Yesod) + 10 (Malkut), por donde transcurre el Sendero de la Flecha. Palabras significativas y que tienen el mismo valor de 26 son “esencia”, “sustancia”, “existencia”, “ser”.  Y es precisamente en el versículo 26 del Génesis donde se cita la creación del hombre: “Y Dios dijo: Hagamos a un hombre a nuestra Imagen, nuestra Semejanza, para que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todo animal que se mueve sobre la tierra”.

El ocultista francés Encausse, más conocido como Papus, ofrece un interesante análisis de la estructura del Nombre atendiendo al valor numérico de cada letra:

La letra Yod י es el Punto Primordial, el Origen, el Padre, y simboliza a Dios como Unidad y Totalidad, el Principio Activo por excelencia: Yo = 10.

La letra He ה es el resultado de la aparición de la dualidad: 10 / 2 = 5. El Yo Absoluto necesita para concebirse del concepto contrario: el No Yo. Es el Principio Pasivo que complementa al activo: No Yo = 5.

La letra Vau  ו representa el tercer factor en juego: la relación entre el Yo y el No Yo, y se obtiene sumando los valores de Yod y He: 10 + 5 = 15, y reduciendo este número a la cifra resultante: 6, el valor de Vau. Por tanto la relación entre Yo y No Yo = 6.

Sección Aurea
La Trinidad representada por estas 3 letras sería la Ley que subyace a toda manifestación. Esta Ley se conoce tanto en religión como en filosofía (Hegel concibe la realidad como el producto de 3 factores: Tesis, Antítesis y Síntesis). La cuarta letra, que es la repetida  ה,indica el paso de un mundo a otro, la manifestación de esta Trinidad, que en el hinduismo correspondería al paso del Trimurti al Maya. Es pues la Transición del mundo metafísico al físico. Y con respecto a su valor: 5 ¿Es casual la preferencia por el 5 que se encuentra en la naturaleza? El 5 es uno de los números de la sucesión de Fibonacci, a partir de la cual se obtiene la famosa Sección Aurea: el número Phi, también conocido como Número de Dios. 

Un investigador estadounidense, el Dr. J. Hurtak, ha descubierto este patrón de 3 letras en el código del ADN. La información genética del ARN, transmisor de la información del ADN, se conforma por 4 bases nitrogenadas (adenina, guanina, citosina y uracilo) que podemos asociar a las 4 letras del Tetragrámaton. Estas 4 bases se agrupan de 3 en 3 conformando un codón. Este codón de tres bases se corresponde a las tres letras distintas del Shem (י ה ו) que en varias combinaciones crea las 64 celdas o codones que codifican los aminoácidos de nuestro cuerpo. También es interesante reseñar que la doble hélice del ADN completa un giro cada 10 “escalones”, lo que nos lleva a los 10 sefirot del Arbol de la Vida. La anidación recursiva de la doble hélice (el ADN de una persona tiene una longitud de seis veces la distancia entre la Tierra y la Luna), que conforma una estructura fractal, imprescindible para codificar tan enorme cantidad de información, también puede asociarse a la estructura del Arbol de la Vida, ya que toda sefirá contiene un Arbol sefirótico completo, y así sucesivamente hasta el infinito.


En el aspecto místico, la contemplación del Nombre Sagrado era el medio por el que algunos cabalistas, como Abraham Abulafia, buscaban la unión con Dios. La tradición cabalística afirma que el punto culminante del éxtasis es el momento en que, al descubrir a su verdadero Yo, el hombre llega a olvidarse de sí mismo. Abulafia viajó por oriente y seguramente seguramente entró en contacto con el yoga, ya que aconsejaba determinadas posturas y formas de respiración para que la meditación diera sus frutos.


El poder del Nombre Sagrado: el Shem Ha-Mforash

En la Cábala el poder de la palabra es incuestionable y el fundamento del mundo manifestado son los números y las letras, tal y como afirma el Sefer Yetziráh. Como bellamente expresa Borges:

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales. 


La leyenda del Golem se basa en este poder. En hebreo golem significa “embrión”, “cuerpo”, "materia informe", "maniquí ".  El más famoso golem fue fabricado hace pocos siglos por un gran rabino de Praga. El autómata fue dotado de movimiento y cierta autonomía por medio de aplicarle un pergamino sobre el cual estaba escrita una fórmula sagrada secreta. El rabino juega a ser Dios creando al hombre de nuevo, mito que también recoge la bella novela de Mary Shelley Frankestein o el moderno Prometeo, solo que en este caso el poder de la palabra se sustituye por tecnología que aprovecha la entonces “mágica” electricidad.

Y si la palabra que designa una cosa o acción puede tener poder sobre esa cosa o acción, el Nombre Divino es el mantra más poderoso que existe. La tradición hebrea afirma que esta palabra sagrada confiere al hombre la clave de todo el conocimiento, si éste logra descubrir su verdadera pronunciación. Se conoce como Shem Ha Mforashהמפרש שם, y no es otra que la palabra pronunciada del Nombre Divino יהוה. Este nombre oculto solo lo conocía el Baal Shem (Maestro del Nombre), que solía ser el Sumo Sacerdote judío. Una vez al año el Baal Shem penetraba en el Sancta Sanctorum del Templo para pronunciar el Nombre Sagrado en voz baja ante el Arca de la Alianza, y así renovar la alianza entre Dios y la humanidad.



El Sumo Sacerdote oficiando como Baal Shem

El Shem Shemaforash y la Mesa de Salomón

Existe una tradición por la que el rey Salomón conocía el Shemaforash y, para evitar su pérdida o profanación, ideó un jeroglífico geométrico que encriptaba esta información. Este jeroglífico se grabó en una plancha de oro que se guardó junto al Arca de la Alianza. La destrucción del Templo de Jerusalén por parte de Tito hizo desaparecer este tesoro, que se conoce como Mesa de Salomón. Los romanos se lo llevaron en el año 70 al destruir el templo de Jerusalén y lo depositaron durante varios siglos en el Templo de Jupiter en Roma, de donde fue saqueado por el rey visigodo Alarico en el año 410. Estuvo en Tolosa, en el Sur de Francia hasta que los reyes visigodos establecieron su capital en Toledo, adonde la llevaron.

Lápida templaria de Arjona
Otra tradición asocia la Mesa de Salomón a la lápida templaria de Arjona, en Jaen. Juan Eslava Galán, arjonero de nacimiento, dice sobre el verdadero nombre de Dios: “el Shem Shemaforash --el que no puede escribirse jamás-- que "Salomón lo confía a una forma jeroglífica de alfabeto sagrado que, aunque evita la escritura del Nombre, contiene las pistas necesarias para su deducción. Este jeroglífico tiene como soporte material un objeto: la llamada Mesa de Salomón". Esta mesa, cuya fabricación se atribuía a Salomón, el rey sabio por concesión divina, era una especie de disco metálico con una serie de trazos geométricos cincelados que contenían las claves cabalísticas del nombre secreto de Dios o Nombre del Poder, el Shem Shemaforash, una fórmula que otorga a su conocedor un poder infinito sobre la Creación. A ella se refiere el esoterismo cristiano de san Juan cuando establece que al principio fue la Palabra”.


La Shemá
La profesión de fe judía, plegaria que proclama el monoteísmo de Israel, utiliza el Shem, pronunciado Adonai:
אחד  יהוה אלהינו יהוה ישראל שמע
Shemá Yisrael Adonai Elohenu Adonai Ejad
(Escucha Israel, El Eterno es nuestro Dios, El Eterno es Uno).

Esta plegaria se encuentra en el Deuteronomio, el quinto y último libro de la Toráh. Es un mandamiento recitarlo todos los días en la mañana y en la noche. Las palabras de este versículo, nos dice el Talmud, no están dirigidas a los oídos sino al corazón. La Shemá es una de las primeras oraciones que las madres judías enseñan a sus hijos, mientras aún permanecen en la cuna. Y es la última plegaria que pronuncian muchos judíos antes de la muerte, desde el Raví Akiva hasta los prisioneros de los campos de concentración nazi, que entonaban la Shemá al entrar en las cámaras de gas.