viernes, 18 de diciembre de 2015

Sefarad y la Cábala


"Oh mia patria si bella e perduta..."
Va Pensiero (Nabucco)


La presencia hebrea en España se remonta a tiempos míticos. Es conocida la leyenda según la cúal el primer hebreo que pisó estas tierras fue Thubal, hijo de Jafet y nieto de Noé, quien, 84 años después del diluvio, desembarcó en tierras gallegas, en la ría de Muros, dónde fundó la ciudad de Noia, nombre dado en recuerdo de Noe. Más cercano en el tiempo es el origen que algunos eruditos atribuyen a la presencia hebrea, identificando la península con la Tarsis bíblica, a la que comerciantes fenicios y hebreos llegaron en tiempos de Salomón en busca de metales preciosos para la construcción del Primer Templo (965..928 ac). Mayor aceptación tiene la teoría según la cúal la llegada de hebreos fue tras la primera diáspora judía en el año 586 ac, al ser conquistado el Reino de Judá por Nabucodonosor. No obstante, la primera mención de la palabra Sefarad se encuentra en un texto del profeta Abdías: …y los cautivos de esta hueste de los hijos de Israel, los que están entre los cananeos hasta Tfarzat y la cautividad de Jerusalén, que está en Sefarad”. 

Flavio Josefo sigue la tesis thubalita, afirmando que los thobelos o iberos serían descendientes de los hebreos asentados en Galicia desde tiempos bíblicos. Por otra parte, la etimología de la palabra Iberia, asociada al río Iber (Ebro), viene según muchos estudiosos del vocablo Ibri, hebreo. Y apoyando la hipótesis de Josefo, los topónimos de numerosas localidades gallegas y asturianas tienen una raíz hebrea, como Jaime Villarrubia pone de manifiesto (Kabbalah en píldoras, 234..248), comenzando por la propia Galicia, vocablo derivado de galut, destierro, al que fenicios e israelitas asociados fueron a parar para explotar las ricas minas de oro y hierro, estableciéndose allí y en Asturias (Astarté, diosa fenicia), dónde permanecerían hasta la expulsión definitiva en 1492 por el Edicto de Granada.

Desembarco de Thubal en la costa gallega
La primera persecución conocida de los judíos se remonta al 589 d.c., cuando el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo, y adoptó una actitud beligerante contra las comunidades judías. Para los judíos la invasión musulmana de la península ibérica en el 711 significó el fin de la persecución a que habían sido sometidos por los monarcas visigodos y por la Iglesia católica. Está comprobado que los recibieron con los brazos abiertos y que colaboraron con ellos en la custodia de algunas ciudades, como Córdoba, Sevilla, Granada o Elvira. La presencia musulmana en España se extendió durante 8 siglos, (s. VIII al s. XV), y fueron precisamente los siglos XII y XIII los de mayor esplendor de la presencia judía. Judíos eran la mayoría de los médicos, así como los encargados de recaudar tributos y de la administración del tesoro estatal. Judío era Luis de Santangel, que financió la expedición de Colón y, como secretario del rey Fernando de Aragón, firmó las Capitulaciones de Santa Fé. En España, y contrariamente a lo que se cree, la expulsión de los judíos fue posterior a la de otros reinos como el de Inglaterra (1290) o el de Francia (1394), quizá debido a  la presencia musulmana durante estos siglos. Pero la exigencia de una única religión como argamasa ideológica de los nuevos estados llevó, también en España y auspiciada por la Inquisición, a la expulsión definitiva de los judíos. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus casas y todos sus bienes, solo se les permitíó llevar letras de cambio, no moneda acuñada, y en una nueva y dolorosa diáspora abandonaron su tierra, Sefarad, para siempre. Sefarad סּפרד,  cuya temurá es pardésפרדס  paraíso, pues España era para ellos su segunda patria y, en muchos aspectos, un auténtico paraíso en la tierra.

Los que se quedaron, los conversos, fueron siempre sospechosos de judaizantes. Sin embargo, conversos o hijos de conversos fueron Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Góngora, Gracián, Fray Luis de León, Cervantes, Antonio de Nebrija, Luis Vives, Arias Montano y tantos otros ilustres españoles, a muchos de los cuales persiguió la Inquisición. El término “marrano” venía a señalar a aquellos que no podían demostrar su “limpieza de sangre”, condición que se mantuvo para desempeñar cargos públicos hasta ¡1865!

Pero volviendo a tiempos mejores, la Cábala tuvo un florecimiento extraordinario en Sefarad, conociendo su edad de oro en las aljamas ibéricas entre los siglos XII y XIII. En la Provenza francesa el llamado Isaac el Ciego escribe el Sefer Ha Bahir (Libro de la Claridad), libro con gran influencia gnóstica y neoplatónica. En él aparece por primera vez el concepto de En Sof, Infinito, como Divinidad Inmanifestada, y los 10 Sefirot conformando el conocido Arbol dela Vida o Arbol Sefirótico. Sus discípulos fundaran en Cataluña la Escuela de Gerona, la primera escuela cabalística de occidente. El principal de ellos, Azriel de Girona, difunde el concepto de Ain Sof o En Sof, cuya formulación expone en el libro Saal ha-soel (La puerta del que pregunta):

“Si el interrogador pregunta: ¿Por qué estoy obligado a creer en el infinito En-Sof?
Respuesta: Debes saber que todo lo que es visible y todo lo que pueda ser captado por medio de la capacidad del corazón humano es limitado, y todo lo que es limitado tiene un fin, y todo lo que tiene un fin carece de valor. Partiendo de esta constatación, lo que no es limitado debe llamarse Infinito –En-Sof- y que es indiferenciación absoluta en la unidad perfecta sin alteraciones. Si algo es infinito, nada existe que sea exterior. A medida que se eleva es el principio esencial tanto de lo secreto como de lo manifiesto. A medida que se oculta, es la raíz tanto de la fidelidad como de la rebelión, y respecto a esto dicen las Escrituras “Por su fidelidad, el justo vivirá”. Los filósofos concuerdan con quien afirma que no es capaz de definir el Infinito, salvo de manera negativa. Las entidades que emanan del Infinito son las sefirot.”


Otras obras suyas son Comentario al Séfer Yetzirá y Comentario a las aggadot del Talmud. Su principal discípulo, Mossé ben Nahmán, Nahmánides, también conocido como Rambán, fue rabino mayor de Cataluña y la mayor autoridad talmúdica de su generación. En su  Comentario al Sefer Yetzirah  encontramos párrafos como éste, que alude al retorno al Origen:

“El número treinta y dos es una alusión al corazón, y el corazón es la Voluntad, tal como lo expresa el versículo "¿Es tu corazón tan recto como el mío, como el mío lo es con el tuyo?". Todas y cada una de las cosas existentes deben su existencia a la Voluntad que se encuentra en ellas. Si se produce una inversión de Voluntad se provoca el retorno al origen inicial, como si alguien aspirara, atrayendo hacia sí mismo su propio soplo”.

Nahmánides tuvo que abandonar España tras la famosa Disputa de Barcelona, en la que demostró a sus contendientes dominicos que los profetas de la Biblia consideran el Mesías futuro como un ser humano, una persona de carne y hueso, y no como una divinidad. Su destino fue Palestina, dónde murió en 1267.


En Aragón destaca Abraham Abulafia. Hombre inquieto, un episodio muy controvertido de su vida fue su ida a Roma para, supuestamente, convertir al papa Nicolás III, tal y como una visión le había ordenado. El Papa falleció curiosamente un día antes, pero Abulafia fue encarcelado durante un tiempo por este motivo. Viajó mucho, por Italia, Grecia e incluso Tierra Santa, en busca de sus orígenes y del mítico río Sambatión, tras el cúal se creía se encontraban las 10 tribus perdidas de Israel, hasta regresar y establecerse en Barcelona.

Abulafia tiene como pilares de su obra al Sefer Yetziráh y a la Guía de Perplejos del filósofo hebreo Maimónides, de los que hace sendos comentarios. En el núcleo de su visión se encuentra la idea de que estamos sellados, anudados, trabados, y que, por lo tanto, debemos deshacer cada nudo de nuestro ser. La palabra «nudo», kesher קשר se transforma por temurá en sheker שקר, «mentira». Para liberarnos de esta condición y poder aspirar al debekut דבקות o unión con Dios, finalidad de toda experiencia mística, Abulafia propone una técnica de meditación que incluye combinaciones con las letras del alefato y vocalizaciones de dichas letras, acompañadas de determinados movimientos e incluso respiraciones, que algunos asocian a las técnicas del pranayama yóguico: “Cuando empieces a pronunciar la letra, empieza a mover la cabeza y el corazón: el corazón, mediante el intelecto, porque es un órgano interno, y la cabeza, por sí misma, pues es un órgano externo…”. Esta original disciplina que persigue sin duda entrar en un estado alterado de conciencia se encuentra en su obra Hokmat ha-Tseruf (Ciencia de la Combinación de las Letras). El Tseruf  incluye las técnicas de hermenéutica cabalística: Guematria, Temurá y Notarikón, técnicas que permiten abrir los sellos que ocultan el verdadero significado de la Toráh o de otras obras, como la Guía de Maimónides.
La íntima relación entre su vida y su obra se refleja en su libro autobiográfico Sefer ha-'ot, de carácter profético, escrito en Sicilia, dónde murió. La obra de Abulafia, conocida como Cábala Extática, tendrá gran influencia en círculos cabalistas sefardíes, siendo muy difundida la recitación de Nombres divinos para alcanzar estados de éxtasis. A este respecto, Abulafia rechaza totalmente el uso mágico de la recitación de Nombres para imponer la voluntad propia en el mundo exterior. La magia que debe conseguirse es la de la propia transformación interior. Puede verse aquí la relación con la alquimia, relación que explica la influencia de Abulafia sobre autores como Ramón Llull. Influyó también sobre otros cabalistas como Mosés Cordovero y Haim Vital. Abulafia fue sin duda un gran cabalista, aunque controvertido para muchos, como suele suceder con los innovadores. La Cábala le debe el método más característico, el Tseruf o hermenéutica de las letras.

Su discípulo más destacado fue Yoséf Chiquitilla. Chiquitilla, o Gikatilla, aprendió el Tséruf con Abulafia, pero se decantó por la cábala teosófica, dando mayor importancia a la doctrina de las Sefirot. En su tratado Sha’aré Orah (Las Puertas de la Luz), nombra a las sefirot en orden inverso al establecido, comenzando por Malkut, y terminando en Kether. De este modo propone el camino ascendente o de evolución del alma, asociando a cada sefirá el Nombre Divino que le corresponde, desde la Shekináh de Malkut hasta la Corona de Kether. Cada sefirá es un recipiente de las superiores y, a la vez, un derramante de las inferiores: "Todas las carrozas y todos los niveles de la emanación obedecen a la forma derramante-recipiente y ése es el secreto de la androginia". Y es la Androginia Divina el tema principal de otra de sus obras, El Secreto de la Unión de David y Betsabé: hay una dualidad en cada manifestación, que se corresponde a la dualidad esencial de la propia Divinidad en su aspecto masculino y femenino, siendo ésta teoría la quintaesencia de la Cábala, y por lo que ha sido criticada e incluso perseguida por la heterodoxia monoteísta hebrea: El Uno se manifiesta en los muchos, pero siempre a través de esta dualidad de opuestos, que se atraen para complementarse. Esta dualidad se encuentra tanto en el Hermetismo (Ley del Género), como en filosofías tan lejanas como el Taoísmo (Tao manifestado en fuerzas polares Yin Yang). Solo el Infinito, el En Sof del que las 10 sefirot emanan, está más allá de esta dualidad. 


Pero es sin duda El Zohar la cumbre de la Cábala universal. Obra del sefardita Mosé ben Sem Tov, conocido como Moisés de León, el Sefer ha Zohar (Libro del Esplendor) ve la luz el 1280 como un midrasech (comentario en clave) de la Torá. El propio Mosé dice ser no el autor sino el compilador de la obra de un rabino palestino del s II a.c. llamado Shimeón bar Yohai. El cuerpo central está escrito en arameo, pero hay partes en hebreo, e incluso en ladino (judeoespañol), que hablan a favor de la autoría sefardí. No obstante, lo más probable es que existiera ya todo o gran parte de su contenido como tradición oral o incluso en diversos escritos. En ese caso el rabino leonés habría hecho una labor semejante a Patanjali en sus Yoga Sutras, compilando conocimientos ya existentes. El nombre Zohar deriva del versículo de Daniel: Los sabios brillarán con el esplendor (zohar) del firmamento”.
Siendo esta obra cumbre de la Cábala demasiado extensa y prolija para este reporte, mereciendo de por sí una entrada completa, apuntaré tan solo dos conceptos importantes: el que hace referencia a la Creación y al papel de las letras hebreas en ella, y el que destaca la necesaria unión de los principios masculino y femenino para la continuidad del mundo manifestado.
Ejemplar de Isaac Newton
El papel de las letras se encuentra en el llamado Midrash de Rabí Akiva, y en él se explica como cada una de las 22 letras del alefato se presentan ante Dios manifestando sus méritos para encabezar el Verbo con que comienza la creación, en orden inverso al que ocupan en el alefato. Pero Dios las descarta una a una, mostrando la palabra negativa que también inician, hasta llegar a la letra Beth ב que elige para este fin:Bereshit bará Elohim… (En el Principio creó Dios…) El Principio simboliza la existencia primordial, la divinidad en su estado de no manifestación, y que conocemos como Nada (Aín), de la que surge la divinidad ya manifestada y creadora del universo, Elohim, que creará por medio del Verbo, conformado precisamente por estas letras sagradas, tal y como ya se recogía en el Sefer Yetziráh.
Los dos principios masculino y femenino, que constituyen la esencia misma de la creación. Rabí Simón afirma que las palabrasVarón y hembra los creó” (Gen 5:2) permite deducir que toda figura que no represente al varón y a la hembra no se parece a la figura celestial.Les bendijo y les puso por nombre Adán” (Gen 5:2), no  “Lo bendijo y le puso por nombre Adán”, ya que Dios solo bendice cuando el varón y la hembra están unidos. En el Arbol de la Vida el principio Masculino se manifiesta en Jokmáh, y el Femenino en Bináh, y de su unión nacen todos los Mundos y el resto de las Sefirot, hasta llegar a Malkut, dónde el principio femenino se manifiesta como la Shekináh, a la que también se titula como la Reina, la Novia o la Matrona. Toda la tierra está llena de su gloria (Isaías 6:3). El matrimonio es considerado sagrado por realizar simbólicamente la unión de Dios con la Shekináh, que es llamada El Vergel de las Manzanas Sagradas, las Sefirot, pues actúa a través de ellas. El sol busca la luna, es decir; el Santo, Bendito sea busca a la Shekináh bajo el Trono y no la encuentra, porque los pecados de los hombre los separan”. La restitución de la Shekináh en su trono será el tema principal de el gran Ari, Isaac Luria, ya en el siglo XVI, en Safed (norte de Israel), adónde se habían dirigido muchos sefardíes tras su expulsión en 1492.
Toledo, la Jerusalén de Sefarad