domingo, 25 de mayo de 2014

El sendero de El Colgado


“Recibió la lámed el encargo de representar al corazón y a su movimiento de sístole y diástole; por eso, debió abandonar su primitiva ubicación, entre Tiferet y Netzaj, la cual, al estar destinada a la muerte, no podía recibir a la letra que mantiene la vida mediante la circulación de la sangre.  Pasó, en consecuencia, a unir a las esferas del Rigor, Gevurah, y la Majestad, Hod, ya que corresponde a lo personal en sus relaciones con el entorno del Arbol pero, aún así, se trata de un proceso que es observable por otros, a diferencia de los procesos psíquicos y espirituales( y la muerte lo es más allá de su aspecto físico), que solo son conocidos por quien los está viviendo. Pero la letra mantuvo el recuerdo de su lugar inicial y su sacralidad, y en su nuevo puesto descubrió que el corazón se mueve, pero no se desplaza. Por eso se ha asociado al Arcano XII, El Colgado, para simbolizar lo exterior vuelto hacia adentro y lo interior vuelto hacia fuera, lo superior vuelto hacia abajo y lo inferior vuelto hacia arriba.”
Séfer Ha Neshamá (Jaime Villarrubia, Carmen Haut, Dulce Mª Millera)

La letra hebrea que corresponde al sendero es la letra ל lámed, la duodécima del alefato hebreo, cuyos significados simbólicos son “corazón”, “movimiento”, “látigo”. El Sefer Yetziráh dice de ella: “El hizo  a la letra lamed  reinar sobre el coito, y la ciñó una corona y combinó una con otra y con ellas formó a Libra en el Universo, Tishrei en el Año y la vesícula biliar en el alma masculina y femenina”.

El Arcano XII del Tarot, El Colgado, que corresponde a la letra lámed, nos muestra a un hombre colgado boca abajo por su pié izquierdo y con las manos ocultas tras la espalda, quizá atadas o tal vez simplemente cruzadas, subrayando la impresión de incapacidad de acción de cualquier tipo. A pesar de ello el hombre parece cómodo en esta postura invertida. Su expresión es serena, casi sonriente, lo que nos hace pensar que ha aceptado voluntariamente, e incluso de buen grado, esta posición inusual, colgado de un tronco que se sostiene sobre otros dos troncos laterales, cuyas ramas cortadas son precisamente 12. Si observamos con atención la posición de la figura, en medio de ambos troncos, vemos que se corresponde con el Pilar Central del Arbol de la Vida, el del Equilibrio, el Pilar en que se encuentra el Sendero de la Flecha, el eje básico Cielo (Kether) Tierra (Malkut) que recogen todas las tradiciones.  La metáfora es clara: el contacto entre ambos mundos solo puede establecerse invirtiendo nuestra posición habitual, lo cual requiere un sacrificio de la voluntad de hacer, de moverse en el mundo exterior. La quietud es tal que solo el corazón se mueve, como indican los significados de lámed.


El origen cabalístico del Tarot se muestra especialmente en este arcano: los 10 botones de su traje simbolizan las diez sefirot, y si observamos atentamente, el primer botón tiene un punto en medio, como Kether, y el sexto, que corresponde a Tiferet, es un sol con sus rayos, exactamente lo que corresponde a esta sefirá. El noveno botón lleva una luna, como corresponde a Yesod, y el décimo, Malkut, un pequeño cuadrado, los cuatro elementos del mundo físico.

El número 12, que corresponde a este arcano, es un número de capital importancia en nuestra cultura y en gran parte del mundo, pues la mayoría de los calendarios tienen 12 meses. La astrología occidental considera 12 signos del zodiáco, y el simbolismo solar del número se refleja claramente en la tradición griálica de Arturo y sus 12 caballeros. El número 12 apunta a un ciclo completo, y, por ello, perfecto. En la tradición judeocristiana aparece multitud de veces: las 12 tribus de Israel, las 12 piedras del pectoral del Sumo Sacerdote, las 12 legiones de ángeles, los 12 apóstoles, las 12 estrellas que coronan a la Mujer en el Apocalipsis… Y la tradición grecolatina también considera al 12 como un número sagrado: los 12 trabajos de Hércules o los 12 dioses del panteón olímpico. En nuestra época es curioso que los teclados de las computadoras tengan precisamente 12 teclas de función, recordándonos el valor arquetípico de este número.


El Colgado representa una parada, voluntaria o no, en nuestra vida, necesaria para hacer balance. Puede ser un accidente, una enfermedad, una situación de paro laboral... No podemos movernos como lo hacíamos, pero esta quietud puede traducirse en un espacio que nos permite ver qué estamos haciendo con nuestra vida, si nos hemos desvíado de nuestro camino, si lo que perseguimos es realmente lo que nosotros queremos. Se produce un sacrificio, el de la acción, para llegar al sacro oficio, que no es sino conectar con nuestra alma. Este es el fin de la meditación, que requiere una cesación de los movimientos, tanto físicos como mentales, para llegar al fondo del ser. La posición invertida nos subraya el carácter no convencional de la visión de El Colgado. En palabras de Rumí:

Yo dije: “Muéstrame la escalera para subir hasta el Cielo
El dijo: “Tu cabeza es la escalera, pon tu cabeza bajo tus pies

La escalera que sube al Cielo, el Arbol de la Vida, es un árbol invertido: sus raíces están en el Cielo y su fruto en la Tierra. La inversión de la postura se utiliza también en Hata Yoga para obtener una mayor claridad mental (al fluir más sangre hacia la cabeza). La reina de las asanas, Sirsasana, es una postura (asana) de equilibrio sobre la cabeza, que produce una singular sensación de ligereza y alineamiento. Y es interesante señalar que cuando nacemos la cabeza es lo primero que aparece en el mundo.

Un aspecto muy positivo de El Colgado es la aptitud para darle la vuelta a las cosas, lo que  permite ver el otro lado, la otra cara de la moneda. Nos bloqueamos con frecuencia porque utilizamos una visión parcial de los hechos, juzgando como buena o mala una situación sin atender a su totalidad. La resiliencia, que es la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas, consiste esencialmente en aceptar la situación y buscar su lado positivo, que siempre existe, para convertir el proceso en un aprendizaje y no en una tragedia.

Si La Rueda de la Fortuna representa el futuro, El Colgado, sendero opuesto en el Arbol de la Vida, es el pasado. El pasado no se puede modificar, y este hecho se vive muchas veces con impotencia, convirtiéndose en un lastre que nos paraliza. La inmovilidad se traduce en estancamiento, pero éste no es sino una “ilusión óptica”, pues realmente la rueda sigue girando, solo que su movimiento es interno, sutil, no visible, pero si real, como real es la vida que se gesta en una mujer embarazada, que sabe que su espera tendrá fruto a su debido momento


TIPO DE SENDERO: De influencia de la Mente sobre la Personalidad.

DIRECCION DEL SENDERO: Descendente de Guevurah a Hod. Los estímulos externos recogidos en Guevurah son conducidos a Hod, que evaluará la utilidad de éstos para la personalidad, conservando todo aquello que refuerce la imagen del ego. Nuestra personalidad es, como sabemos, fruto de las experiencias pasadas. De ahí el conservadurismo del sendero, que puede llegar en casos extremos al inmovilismo.

SIGNIFICADOS: La quietud. La inmovilidad. La inversión. La capacidad de sacrificio. La entrega. El pasado. La reconciliación con el propio pasado. La gestación. La espera. La habilidad de “darle la vuelta” a las cosas. La meditación.

CORRESPONDENCIAS EN EL SER HUMANO: El riñón, la mano y el costado izquierdos (de frente). El abdomen (de perfil).

PROBLEMAS SI ESTA BLOQUEADO: Estancamiento por no asumir el pasado. Incapacidad de “pasar página”. Añoranza, tristeza. Sentimientos de impotencia que llevan al victimismo.

PROBLEMAS DE SALUD: Problemas digestivos, relacionados con “tragar” situaciones del pasado que no se han digerido. Náuseas y vómitos, como expresión de la necesidad de “expulsar el veneno”. Problemas intestinales. Problemas de gestación en la mujer. Césareas. Problemas en el riñón izquierdo, mano y costado izquierdos, incluído el bazo. Parálisis de todo o parte del cuerpo.


Odín y el árbol Iggdrasil

En este relato Odín cuelga de Yggdrasil, herido por su propia mano en un sacrificio voluntario, una ofrenda de sí mismo a Sí Mismo, el sacrificio del ego necesario para acceder a la plenitud del Ser. En las raíces del árbol se encuentra un pozo cuya agua daba la sabiduría. Mimir, que lo guardaba, le exigió la entrega de su ojo derecho si quería beberla, precio que Odín pagó sin dudarlo. La posición invertida le permitió asomarse al abismo (El Colgado tiene su “cabeza” justo encima del sendero de El Diablo) y ver las Runas, las letras del alfabeto vikingo que, como las hebreas, tienen un valor fonético y también simbólico.

Sé que estuve colgado de aquel árbol que el viento azota,
balanceándome durante nueve largas noches,
herido por el filo de mi propia espada,
derramando mi sangre por Odín,
yo mismo una ofrenda a mí mismo:
atado al árbol
cuyas raíces ningún hombre sabe
adónde se dirigen.
Nadie me dio de comer,
nadie me dio de beber.
Contemplé el más hondo de los abismos
hasta que vi las runas.
Con un grito de rabia las agarré,
y después caí desvanecido.