martes, 26 de abril de 2016

El alma en la Cábala

En el judaísmo primitivo todas las almas de los muertos se reúnen en un lugar sombrío llamado Sheol. Allí no hay ni recompensa ni castigo, solo algunos elegidos como Enoc y Elías se salvan de la muerte y la nada eterna.  Este Sheol fue reemplazado más adelante por la Gehenna, un lugar de castigo para los pecadores, la mayoría, mientras que unas pocas almas iban directamente al Paraíso. A diferencia del infierno cristiano, el alma no permanecía eternamente en la Gehenna, sino solo hasta ser purificada por completo, momento a partir del cual comenzaba su ascensión al Paraíso. Es pues un concepto similar al del purgatorio, más que al del infierno, aunque las terribles penas descritas sean similares, y el fuego purificador una metáfora de las pasiones y deseos que han de consumirse en él.

Elías subiendo al cielo en el carro de fuego
Más adelante, surgieron diferentes sectas con concepciones a veces contrapuestas sobre el alma y el más allá. Los saduceos (seguidores de Sadoc, el primer sumo sacerdote) únicamente aceptaban la Torá (los 5 primeros libros que constituyen el Pentateuco) rechazando los libros que posteriormente se agregaron a la Biblia y que contenían influencias persas y griegas. Así no creían en los ángeles ni en la inmortalidad del alma, y considerándose los únicos judíos ortodoxos impidieron que quienes no eran sacerdotes sirviesen en el Sanedrín. Los excluídos se llamaban a sí mismos perushim, separados, palabra que derivó en fariseos. Los fariseos aceptaban la existencia de ángeles y demonios, así como la inmortalidad del alma, la vida después de la muerte e incluso el Mesías. 

Otra secta, los esenios, vivían como monjes en comunas a lo largo del Mar Muerto, comunas dónde estaban excluidas las mujeres. Como los fariseos, creían en la inmortalidad del alma, pero a diferencia de ellos rechazaban la envoltura corporal como la cárcel de esta alma que había entrado en el cuerpo atraída por el deseo de lo material. La condena de la materia sería recogida más tarde por el gnosticismo, que resolvió este origen malvado del mundo atribuyéndoselo a un Demiurgo y no al Dios verdadero.


Centrándonos en la Cábala, la tradición remonta su origen a Moisés, que la recibiría del mismísimo YHWH en el Sinaí, pero su desarrollo probablemente comenzó en las comunidades judías de Babilonia. El Talmud ya había dado entrada a buen número de ideas orientales, persas y babilónicas. Entre ellas se hallaba la referencia al valor mágico de las letras del alfabeto, algo ausente de la Biblia,  y una angelología muy sofisticada. Se dice que Zoroastro vivió en la Babilonia del cautiverio, y el concepto de inmortalidad del alma se pudo imponer al del judaísmo primitivo. Sin embargo, la eterna lucha entre el bien y el mal del zoroastrismo deriva en un dualismo que influye sin duda en esenios, gnósticos e incluso cristianos. Ahrimán (el Principio del Mal persa) deriva en la figura de Satanás, al que se opone Dios como Principio del Bien. 

Sin embargo en la Cábala Satán es solo el adversario, no un oponente de Dios, sino una especie de “fiscal” que nos pone a prueba y que nos ayuda a “estar despiertos”, como nos muestra la propia cábala: la palabra “mal”,רץ   (ra) tiene como temurá la palabra “despierto”, ץר  (er). Esto puede interpretarse de varias maneras; una de ellas es que el mal puede despertarnos, y es claro que en ocasiones solo sucesos dramáticos nos sacan de nuestra identificación total con el ego y de nuestra inconsciencia, pero también podemos darle la vuelta y considerar que el mal no es sino fruto de la ignorancia, y es preciso estar alerta para no caer en conductas reactivas nacidas de esa parte desconocida de nosotros mismos a la que se conoce como “sombra”. 


Para comprender el concepto de alma que tiene la Cábala es preciso distinguir, en primer lugar, dos visiones distintas del universo y del hombre: la visión creacionista y la visión emanatista:

El creacionismo, defendido por religiones como el Cristianismo y el Islam, considera que el universo y el hombre son algo creado por Dios, algo sustancialmente distinto a El. La distinción entre Creador y Criaturas es absoluta, y el alma inmortal, en caso de ganar el Cielo, solo puede aspirar a contemplar a Dios, a estar junto a El, pero no a fundirse con El. (el Islam, más mundano y práctico puebla al Paraíso de hermosas huríes). Esta visión se acompaña con una concepción dualista del ser humano como compuesto por cuerpo y alma, ambos creados por Dios una vez y para siempre. Al morir el hombre, su alma inmortal conserva su individualidad y personalidad, y tiene un destino eterno en el más allá según hayan sido sus obras: Cielo o Infierno (o Purgatorio como morada temporal de purificación). 

El emanatismo es una doctrina filosófica neoplatónica según la cual el conjunto de los seres, incluidos los seres materiales, derivan de la realidad originaria (Dios, lo Uno) mediante un proceso de emanación. Plotino defiende esta posición: a partir de la superabundancia de lo Uno (la realidad subsistente y originaria) y mediante un proceso espontáneo, se irradian las formas de ser inferiores, organizadas jerárquicamente, en un proceso descendente que culmina en la producción de la realidad material. La Cábala basa su teogonía en este emanatismo que se concreta en los 4 Niveles de Manifestación y en las 10 Sefirot del Arbol de la Vida. Este movimiento “descendente”, de la unidad a la multiplicidad, del espíritu a la materia, se conoce como Involución. La diferenciación absoluta entre Dios y sus criaturas que vemos en el creacionismo implica la existencia separada de la divinidad: el Dios único, y la no divinidad: toda su creación. La Cábala no lo ve así, en el Zohar leemos que “La divinidad es la totalidad de lo que es y existe, por ello se denomina En Soph, Infinito”. Esto implica que toda la manifestación material (y no material) contiene la divinidad, ya que emana de ella. Esto no es panteísmo («todo es Dios y Dios está en todo») pues obviamente el que Dios esté en todo (en mayor o menor grado) no implica que todo es Dios, aunque sí que todo contiene una esencia divina. El Evangelio de Tomás lo expresa de un modo muy hemoso: “Parte un leño y allí Estaré, levanta una piedra y Me Encontrarás.
La serpiente Najustán
simboliza el movimiento
ascendente del alma
El emanatismo como involución del espíritu en la materia tiene un movimiento contrario, un movimiento “ascendente” de Evolución, que en el Arbol de la Vida se representa como el camino que recorre el alma desde su encarnación en la materia en la sefirá de Malkut, hasta su fusión en la Unidad representada por Kether. Y este peregrinaje no se realiza en una única vida, sino que requiere múltiples encarnaciones, pues la Cábala admite la transmigración de las almas conocida Guilgul Haneshamot, “retorno de las almas”. La palabra guilgul גלגול proviene de “galgal” que significa rueda. Los guilgulim son rotaciones de la esencia espiritual, que atraviesa en su evolución diversos estados o niveles de la Luz del Infinito. Ya en la Biblia está escrito:Y el hombre volverá a la tierra” (Job 34:15) y en el Zohar (2.99b) se lee: «Todas las almas están sujetas a la transmigración, y los hombres que no conocen los caminos del Señor, que sean bendecidos; ellos no saben que están siendo traídos delante del tribunal, tanto cuando entran en este mundo como cuando salen de él. Son ignorantes de las muchas transmigraciones y pruebas secretas que deben de pasar».  El Zohar distingue claramente entre los diferentes destinos que afronta el alma tras la muerte según el grado de evolución conseguido, desde la que debe retornar para seguir evolucionando hasta la de aquellas de las que dice: “Bienaventurada el alma que no está obligada a volver a este mundo para rectificar las faltas cometidas por el hombre al cual animaba, porque el Santo, bendito sea, le concederá un lugar confortable en el mundo venidero”. 

No obstante, el sentido de la reencarnación en la Cábala es positivo, como atestigua el hecho de que guilgul y Jesed (misericordia) tienen la misma guematria: 72, indicando que la misericordia divina nos da tantas oportunidades como necesitemos para evolucionar. En la obra Shaar Ha Guilgulim (Pórtico de las rotacionesJaim Vital compila las enseñanzas de su maestro, Ytzak Luria, “El Ari”, el cabalista que más desarrolló esta doctrina. Luria afirma que la reencarnación tiene un propósito sagrado: el cumplimiento del tikún, palabra que significa “reparación”. ¿Y qué es lo que hay que reparar?: el desequilibrio del universo, originado al descender el Rayo Relampagueante cuya luz era excesiva para las sefirot que debían contenerla a partir de la cuarta sefirá. Una de las consecuencias de este desequilibrio energético, conocido como Shebirat Hakelim, es el exilio de la Shekinah al mundo material, Malkut, y la pérdida de la Unidad original. El tikun es el trabajo que el hombre, cooperando con la divinidad, debe realizar para  rescatar a la Shekinah del exilio y reconstruir la Unidad perdida. Para ello necesita una evolución que requiere innumerables reencarnaciones, pues en una única vida sería del todo imposible encontrar y cumplir este propósito sagrado. Para ello, el alma va evolucionando desde un estado primitivo, más inconsciente y cercano a la materia, hasta estados más elevados y cercanos al Espíritu


En El Zohar se citan tres niveles del alma, asociados a los Niveles de Manifestación:
Hizo al hombre, formó al hombre y lo creó”. (Génesis, 1:26, 2:7, 1.27)

Hizo, se refiere al Mundo de la Acción y al nivel del alma que se llama Nefesh y está relacionado con los instintos.
Formó, nos indica el Mundo de la Formación y se refiere al nivel del alma que se designa con la palabra Rúaj y que abarca el aspecto emocional.
Creó, designa el Mundo de la Creación y está conectado con el nivel del alma denominado Neshamáh, el aspecto mental, el alma racional.

Nefesh es el grado inferior y quien sostiene al cuerpo, al cual nutre. Solo puede existir unida a él, y el cuerpo solo puede existir unido a ella. Es el pedestal de Ruaj, el aliento vital, el “alma en vela” a diferencia del alma “dormida” o inconsciente que es Nefesh (“Y mi espíritu (ruhi) te busca cuando me despiertoIs. 26:9). Por encima de Nefesh y Ruaj hay una esencia superior que las domina, Neshamáh, el alma propiamente dicha.

El Sefer Ha Bahir distingue cinco niveles del alma. Cada uno de estos niveles representa un nivel diferente de la luz que se originó en el En Sof, la Luz Infinita. En Yejidáh, la luz todavía es muy sublime y el alma se haya unificada, Neshamáh  se deriva de la palabra "neshima", que significa aliento, porque este nivel de alma se dice que es como un soplo en la boca de Dios,  Jayáh se considera que es la fuerza vital de todo lo que viene después de ella. Ruaj es el alma de luz que sale de la etapa de Neshamá. El alma se detiene en el nivel llamado Nefesh, que está en la sangre de un ser humano físico, y por lo tanto actúa como interfaz entre lo espiritual y lo físico.

La evolución del alma tiene como fin alcanzar su nivel más alto como Yejidáh, la esencia singular de Dios, pues la esencia del alma del hombre es literalmente parte de Dios. El viaje del alma es el viaje de Neshamáh, pues éste es el nivel que se mantiene entre las distintas encarnaciones, lo que en metafísica se conoce como “cuerpo causal”, ya que en él residen las causas que se manifiestan en los niveles inferiores, el receptáculo de todo lo duradero, el registro de las experiencias del alma. Es Neshamáh quien conoce su tikún a realizar como parte de la reconstrucción de la Unidad. La gran metáfora evolutiva de la Cábala es el ascenso del alma por el Arbol de la Vida, contribuyendo al Tikún Olam, el plan espiritual de evolución del mundo.

En la tabla siguiente, extraída del libro Kabbalá en píldoras de Jaime Villarrubia, se sitúa cada nivel del alma en el Arbol de la Vida, y se comparan estos niveles con los del Hinduísmo Vedanta:

Kabbaláh
Hinduismo Vedanta
יחידה
Yejidáh: Unidad o singularidad. Esfera relacionada en el Arbol de la Vida: Kether
Brahma / Atman. Definitivo. Conciencia de Unidad
נשמה
Neshamáh: El alma propiamente dicha. Situada en el Arbol de la Vida en torno al Abismo y la No Sefirá Daat
Anandamaya Kosha
(Cuerpo ilusorio de felicidad)
חיה
Jayáh: El principio vital. En el Arbol de la Vida se sitúa en la Triada de la Etica, formada por Jesed, Guevuráh y Tiferet.
Vijnanamaya Kosha
(Cuerpo sutil ilusorio)
Manomaya Kosha
(Cuerpo mental ilusorio)
רוח
Rúaj: El aliento vital. En el Arbol de la Vida se sitúa en la Triada del Temple de Animo, formada por Hod, Netzaj y Yesod
Pranamaya Kosha
(Cuerpo energético ilusorio)
נפש
Nefesh:El alma vegetativa, correspondiente en el Arbol de la Vida a la sefirá de Malkut.
Annamaya Kosha
(Cuerpo físico ilusorio)



Es importante señalar que la reencarnación solo se hará como ser humano, sin embargo podemos encontrar algunos textos en la Cábala que hablan de niveles vegetales o animales, pero en este caso no se refieren a la encarnación física como tales, sino a niveles de desarrollo. Shimon Halevi lo explica muy bien en su obra Kábala y Psicología: el nivel vegetal de la humanidad hace referencia a las personas cuya individualidad no está desarrollada y cuya vida se centra en la supervivencia. En su mayor parte comparten la psique colectiva de tribus, pueblos y naciones. El nivel animal en cambio indica personas ambiciosas que ante todo quieren sobresalir, y a menudo utilizan la agresividad si es necesario, convirtiéndose a veces en auténticos depredadores. Su prioridad es ejercer el poder, y los resultados dependen del nivel ético alcanzado. El nivel que podríamos llamar humano implica un mayor grado de evolución, alcanzado por lo general tras haber vivido muchas vidas. Estas “almas viejas” no se preocupan solo de la supervivencia ni de la posición a alcanzar en la sociedad, sino que saben que la vida es algo más y que el universo debe tener un propósito, propósito que anhelan conocer, centrando su vida en la búsqueda de ese conocimiento. Estos buscadores son los auténticos outsiders de la sociedad, pues sienten que “su reino no es de este mundo” y por ello a menudo tienen dificultades en integrarse en él. Sin embargo, la individuación requiere afrontar y dominar tanto el mundo interior como el exterior, y completar debidamente la Triada de Inserción en el Mundo antes de emprender el “camino de vuelta” a casa, a la Tierra Prometida, efectuando la más hermosa metáfora de la Cábala: la evolución del alma ascendiendo por el Arbol de la Vida.