martes, 28 de octubre de 2014

El Sendero de La Estrella


“La letra pe representa la boca, y parecía estar en una posición idónea para mantenerse allí, entre las esferas de Gevurah y Hod; pero en ese lugar su expresión estaba totalmente desconectada del mundo emocional. Por eso fue cambiada al sendero que une Netzaj y Yesod, para permitir la expresión de las emociones y conseguir así hacerse  conscientes de ellas. Ello tiene un efecto sumamente beneficioso, pues las emociones expresadas dejan espacios vacíos, desnudos, y premiten por tanto la fluidez y la renovación. ¿Qué mejor Arcano para hacerlo corresponder con esta letra que el XVII, La Estrella, símbolo de la renovación según el curso de la Naturaleza, de la Esperanza, de la Verdad y de la sumisión del hombre a Dios?”
Séfer Ha Neshamá (Jaime Villarrubia, Carmen Haut, Dulce Mª Millera)


La letra hebrea que corresponde al sendero 17 es la letra פ pe del alefato, cuyos significados simbólicos son “boca”, “hombre que se humilla”. El Sefer Yetziráh dice de ella: “El hizo a la letra pe reinar sobre el Dominio, y la ciñó una corona y combinó una con otra y con ellas formó a Mercurio en el Universo, el Jueves en el año y el oído izquierdo en el alma masculina y femenina”.


El Arcano XVII, conocido como La Estrella, nos muestra a una mujer desnuda, arrodillada junto a un curso de agua y bajo un cielo constelado de estrellas. La completa desnudez de la joven nos remite al alma, desprovista de los ropajes de la personalidad, indicando que ella no tiene nada que ocultar, ya que se sabe sagrada. Su postura arrodillada nos sugiere sumisión a una verdad cósmica que regula todo en la naturaleza, y con la que ella colabora en la acción de verter el contenido de dos jarras en el agua y en la tierra. La sabiduría receptiva le permite transmitir a éstas una energía cósmica que ella misma ha reciclado: el líquido dorado es vivificador del agua estancada, mientras que el azul se vierte en la tierra para fecundarla. Las ocho estrellas nos remiten al Sendero VIII, La Justicia, que rige las Leyes Universales, subrayando que están en juego en este arcano y que ambos naipes están relacionados, pues pertenecen a la misma familia numérica (1+7=8). La rama de su izquierda es de acacia, árbol sagrado símbolo de la inmortalidad, como también lo es el pájaro negro posado sobre ella. Curiosamente su ombligo perece una boca, que es precisamente uno de los significados de la letra hebrea pe asociada al sendero. En síntesis, La Estrella nos sugiere la comunicación entre dos mundos. Como imagen femenina, no es la virgen (La Sacerdotisa) ni la madre (La Emperatriz), sino la mujer en el momento de la fecundación. Para Oscar Wirth representa el alma ligando el espíritu a la materia.



La imagen que nos muestra La Estrella nos recuerda la magia erótico agraria de nuestros ancestros. Mircea Eliade afirma que fertilidad y desnudez de doncellas se encuentra en muchos ritos agrarios que presiden la siembra y la recolección. Estos ritos subrayan en carácter sacro de esta actividad, que supone una “fuerza vivificante” que se agota pero renace de nuevo en un ciclo anual. El carácter cíclico de la naturaleza, estrechamente asociado a las constelaciones que rigen en el cielo en un momento dado, se ponen de manifiesto en esta imagen. Por ejemplo, la estrella más grande sería Sirio, anunciando con su aparición la crecida del Nilo. La importancia de Sirio, Shotis para los egipcios, va mucho más allá de esta función, pues en muchas culturas es venerada como la “luz verdadera” que brilla en el Oriente, probablemente por ser la estrella más brillante del firmamento. Perteneciente a la constelación del Can Mayor, su aparición señala el comienzo de la canícula veraniega. Chinos y japoneses la conocen como la estrella del Lobo Celeste. Es la “Estrella Ardiente” de la masonería, símbolo de la omniescencia y omnipresencia de la divinidad, y  misteriosa fuente de conocimiento y poder.

Psicológicamente este arcano nos habla del proceso de individuación. Jung recuerda que en los mitos de Mitra se dice: “Soy una estrella que camina con vosotros y brilla desde lo hondo”. Despojado ya de los ropajes y atributos de la personalidad, el sujeto es capaz de reconocer a su propio guía interior, perfectamente alineado con las leyes cósmicas. La luz ya no se porta como un objeto externo (candil de El Eremita), sino que brilla en nuestro interior y nos indica el camino a seguir. Las estrellas del cielo no son sino un reflejo de estas “luces del alma”. Y si en La Templanza el líquido se mantiene en un ciclo continuo y autocontenido, aquí es derramado a fin de que fructifique y se resuelva en un futuro crecimiento.

Isaac Luria
“Créeme, en tu corazón brilla la estrella de tu destino.” escribe Schiller. La guía interior que nos ilumina en la oscura noche del alma conoce nuestro destino, nuestro papel en el juego cósmico. ¿Qué hago yo aquí? es la pregunta que nos hacemos cuando surge el anhelo de dar un sentido a nuestra vida, sentido que no nos ofrece el mundo material en que vivimos. Todas las tradiciones recogen este anhelo por encontrar un mundo superior del que hemos sido dolorosamente exiliados, y que podemos considerar nuestra Tierra Prometida. Pero mientras estamos “de camino” necesitamos encontrar nuestro lugar en este mundo, nuestra misión. La Cábala considera que cada alma tiene una misión sagrada que trasciende el transcurso de una vida. El concepto de reencarnación de las almas, o guilgul neshamot (הנשמות גלגול), se diferencia del concepto oriental en que aquí existe un objetivo, un propósito: el tikún olam (עולם תיקון) o “reparación de los mundos”. El tikún ha sido definido por Isaac Luria como la restauración de la estructura espiritual primordial. Completar su tikún es la razón por la cual el alma está aquí en este mundo. En esta misión el hombre coopera con Dios para reconstruir la Unidad perdida, como consecuencia del exilio de la Shekinah en Malkut. La Shekinah, la Presencia Divina, vista como el aspecto femenino de Dios y llamada por ello la “Divina Princesa” o “La Novia”, ha de ser restaurada en su trono junto al “Rey del Mundo”, en Kether. La unión del Amado con la Amada, que tan bellamente se expresa en el Cantar de los Cantares, no nos habla de otra cosa.

Cumplir nuestro tikún, labor que puede llevar muchas encarnaciones, es  realizar nuestro más alto destino. Y gran parte de este trabajo ha de realizarse en soledad. Citando a Heine: “Si quieres viajar hacia las estrellas, no busques compañía”. Si recordamos el Arcano de El Carro, uno de sus caballos simboliza el trabajo exterior, y otro el interior. Y éste último requiere recogimiento y un estímulo que solo puede nacer de nuestro ser más íntimo y de nuestro anhelo de perfección.

TIPO DE SENDERO: De estructura de la Personalidad.

DIRECCION DEL SENDERO: Ascendente, de Yesod a Netzaj. La fuerza de la sexualidad de Yesod “fertiliza” las energías en Netzaj con la “savia” procedente de la tierra, permitiendo una constante renovación.

SIGNIFICADOS: La renovación cíclica de la naturaleza. La estrella como guía interior que permite alinearse con el universo y trabajar en su beneficio. La misión sagrada o tikún. El trabajo realizado en soledad y la capacidad de crear el propio trabajo. El estímulo sexual. La magia natural. Los rituales de fertilidad. La purificación utilizando medios naturales. La ecología.

CORRESPONDENCIAS EN EL SER HUMANO: Las ingles. El funcionamiento hormonal. El ovario y testículo derecho (de frente). Las nalgas (de perfil).

PROBLEMAS SI ESTA BLOQUEADO: Incapacidad para desarrollar la propia creatividad. Dificultad para realizar actividades en solitario, o bien un exceso de aislamiento a causa de éstas. Desconexión con la naturaleza. Incapacidad de mostrarse al desnudo ante los demás.

PROBLEMAS DE SALUD: Desarreglos hormonales. Problemas en el ovario o testículo derecho. Infantilismo de los órganos sexuales. Apendicitis. Esterilidad.


La estrella errante

”Yo nací bajo su luz fugaz”… El nómada es un místico de la naturaleza. Guía sus pasos por las estrellas del cielo, y las estrellas se ven desde todas partes. No es la tierra que pisa su referente, sino el cielo. El cielo es su techo y su brújula. Podemos encontrar pueblos nómadas en las frías estepas de Mongolia o en las cálidas dunas del Sáhara, sin olvidar al pueblo nómada por excelencia, los gitanos. Y todos ellos comparten la misma sabiduría: somos peregrinos en este mundo.