"Oh mia patria si bella e perduta..."
Va Pensiero (Nabucco)
La presencia hebrea en España se remonta a tiempos míticos. Es conocida la leyenda según la cúal el primer hebreo que pisó estas tierras fue Thubal, hijo de Jafet y nieto de Noé, quien, 84 años después del diluvio, desembarcó en tierras gallegas, en la ría de Muros, dónde fundó la ciudad de Noia, nombre dado en recuerdo de Noe. Más cercano en el tiempo es el origen que algunos eruditos atribuyen a la presencia hebrea, identificando la península con la Tarsis bíblica, a la que comerciantes fenicios y hebreos llegaron en tiempos de Salomón en busca de metales preciosos para la construcción del Primer Templo (965..928 ac). Mayor aceptación tiene la teoría según la cúal la llegada de hebreos fue tras la primera diáspora judía en el año 586 ac, al ser conquistado el Reino de Judá por Nabucodonosor. No obstante, la primera mención de la palabra Sefarad se encuentra en un texto del profeta Abdías: “…y los cautivos de esta hueste de los hijos de Israel, los que están entre los cananeos hasta Tfarzat y la cautividad de Jerusalén, que está en Sefarad”.
Flavio Josefo sigue la tesis thubalita, afirmando que los thobelos o iberos serían descendientes de los hebreos asentados en Galicia desde tiempos bíblicos. Por otra parte, la etimología de la palabra Iberia, asociada al río Iber (Ebro), viene según muchos estudiosos del vocablo Ibri, hebreo. Y apoyando la hipótesis de Josefo, los topónimos de numerosas localidades gallegas y asturianas tienen una raíz hebrea, como Jaime Villarrubia pone de manifiesto (Kabbalah en píldoras, 234..248), comenzando por la propia Galicia, vocablo derivado de galut, destierro, al que fenicios e israelitas asociados fueron a parar para explotar las ricas minas de oro y hierro, estableciéndose allí y en Asturias (Astarté, diosa fenicia), dónde permanecerían hasta la expulsión definitiva en 1492 por el Edicto de Granada.
Desembarco de Thubal en la costa gallega |
La primera persecución conocida de los judíos se remonta al 589 d.c.,
cuando el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo, y adoptó una actitud beligerante contra las comunidades judías. Para los
judíos la invasión musulmana de la península ibérica en el 711 significó el fin de la persecución a que habían sido
sometidos por los monarcas visigodos y por la Iglesia católica. Está comprobado
que los recibieron con los brazos abiertos y que colaboraron con ellos en la
custodia de algunas ciudades, como Córdoba, Sevilla, Granada o Elvira. La
presencia musulmana en España se extendió durante 8 siglos, (s. VIII al s. XV),
y fueron precisamente los siglos XII y XIII los de mayor esplendor de la
presencia judía. Judíos eran la mayoría de los médicos, así como los encargados
de recaudar tributos y de la administración del tesoro estatal. Judío era Luis de Santangel, que financió la
expedición de Colón y, como secretario del rey Fernando de Aragón, firmó las Capitulaciones
de Santa Fé. En España, y contrariamente a lo que se cree, la expulsión de
los judíos fue posterior a la de otros reinos como el de Inglaterra (1290) o el
de Francia (1394), quizá debido a la
presencia musulmana durante estos siglos. Pero la exigencia de una única
religión como argamasa ideológica de los nuevos estados llevó, también en
España y auspiciada por la Inquisición, a la expulsión definitiva de los
judíos. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus casas y todos sus bienes, solo
se les permitíó llevar letras de cambio, no moneda acuñada, y en una nueva y
dolorosa diáspora abandonaron su tierra, Sefarad, para siempre. Sefarad סּפרד, cuya temurá es pardés, פרדס paraíso, pues España era
para ellos su segunda patria y, en muchos aspectos, un auténtico paraíso en la
tierra.
Los que se quedaron, los conversos, fueron siempre sospechosos de
judaizantes. Sin embargo, conversos o hijos de conversos fueron Santa Teresa de
Jesús, San Juan de la Cruz, Góngora, Gracián, Fray Luis de León, Cervantes,
Antonio de Nebrija, Luis Vives, Arias Montano y tantos otros ilustres
españoles, a muchos de los cuales persiguió la Inquisición. El término “marrano” venía a señalar a aquellos que
no podían demostrar su “limpieza de
sangre”, condición que se mantuvo para desempeñar cargos públicos hasta
¡1865!
Pero volviendo a tiempos mejores, la Cábala tuvo un florecimiento
extraordinario en Sefarad, conociendo su edad de oro en las aljamas ibéricas
entre los siglos XII y XIII. En la Provenza francesa el llamado Isaac el Ciego escribe el Sefer Ha Bahir (Libro de la Claridad), libro con gran influencia gnóstica y
neoplatónica. En él aparece por primera vez el concepto de En Sof, Infinito, como Divinidad Inmanifestada, y los 10 Sefirot conformando el conocido Arbol dela Vida o Arbol Sefirótico. Sus discípulos fundaran en Cataluña la Escuela de Gerona, la primera escuela
cabalística de occidente. El principal de ellos, Azriel de Girona, difunde el concepto de Ain Sof o En Sof, cuya
formulación expone en el libro Saal
ha-soel (La puerta del que pregunta):
“Si el
interrogador pregunta: ¿Por qué estoy obligado a creer en el infinito En-Sof?
Respuesta: Debes saber que todo lo que es visible y todo lo que pueda ser captado por medio de la capacidad del corazón humano es limitado, y todo lo que es limitado tiene un fin, y todo lo que tiene un fin carece de valor. Partiendo de esta constatación, lo que no es limitado debe llamarse Infinito –En-Sof- y que es indiferenciación absoluta en la unidad perfecta sin alteraciones. Si algo es infinito, nada existe que sea exterior. A medida que se eleva es el principio esencial tanto de lo secreto como de lo manifiesto. A medida que se oculta, es la raíz tanto de la fidelidad como de la rebelión, y respecto a esto dicen las Escrituras “Por su fidelidad, el justo vivirá”. Los filósofos concuerdan con quien afirma que no es capaz de definir el Infinito, salvo de manera negativa. Las entidades que emanan del Infinito son las sefirot.”
Respuesta: Debes saber que todo lo que es visible y todo lo que pueda ser captado por medio de la capacidad del corazón humano es limitado, y todo lo que es limitado tiene un fin, y todo lo que tiene un fin carece de valor. Partiendo de esta constatación, lo que no es limitado debe llamarse Infinito –En-Sof- y que es indiferenciación absoluta en la unidad perfecta sin alteraciones. Si algo es infinito, nada existe que sea exterior. A medida que se eleva es el principio esencial tanto de lo secreto como de lo manifiesto. A medida que se oculta, es la raíz tanto de la fidelidad como de la rebelión, y respecto a esto dicen las Escrituras “Por su fidelidad, el justo vivirá”. Los filósofos concuerdan con quien afirma que no es capaz de definir el Infinito, salvo de manera negativa. Las entidades que emanan del Infinito son las sefirot.”
Otras obras suyas son Comentario al Séfer Yetzirá y Comentario a las aggadot del Talmud. Su
principal discípulo, Mossé ben Nahmán,
Nahmánides, también conocido como Rambán, fue rabino mayor de Cataluña y
la mayor autoridad talmúdica de su generación. En su Comentario al Sefer Yetzirah encontramos párrafos como éste, que alude
al retorno al Origen:
“El número treinta y dos es una alusión al corazón, y el corazón es la Voluntad, tal como lo expresa el versículo "¿Es tu corazón tan recto como el mío, como el mío lo es con el tuyo?". Todas y cada una de las cosas existentes deben su existencia a la Voluntad que se encuentra en ellas. Si se produce una inversión de Voluntad se provoca el retorno al origen inicial, como si alguien aspirara, atrayendo hacia sí mismo su propio soplo”.
Nahmánides tuvo que abandonar España tras la famosa Disputa de Barcelona, en la que demostró a sus contendientes dominicos que los profetas de la Biblia consideran el Mesías futuro como un ser humano, una persona de carne y hueso, y no como una divinidad. Su destino fue Palestina, dónde murió en 1267.
“El número treinta y dos es una alusión al corazón, y el corazón es la Voluntad, tal como lo expresa el versículo "¿Es tu corazón tan recto como el mío, como el mío lo es con el tuyo?". Todas y cada una de las cosas existentes deben su existencia a la Voluntad que se encuentra en ellas. Si se produce una inversión de Voluntad se provoca el retorno al origen inicial, como si alguien aspirara, atrayendo hacia sí mismo su propio soplo”.
Nahmánides tuvo que abandonar España tras la famosa Disputa de Barcelona, en la que demostró a sus contendientes dominicos que los profetas de la Biblia consideran el Mesías futuro como un ser humano, una persona de carne y hueso, y no como una divinidad. Su destino fue Palestina, dónde murió en 1267.
En
Aragón destaca Abraham Abulafia. Hombre inquieto, un episodio muy
controvertido de su vida fue su ida a Roma para, supuestamente, convertir al
papa Nicolás III, tal y como una visión le había ordenado. El Papa falleció
curiosamente un día antes, pero Abulafia fue encarcelado durante un tiempo por
este motivo. Viajó mucho, por Italia, Grecia e incluso Tierra Santa, en busca
de sus orígenes y del mítico río Sambatión, tras el cúal se creía se
encontraban las 10 tribus perdidas de Israel, hasta regresar y establecerse en
Barcelona.
Abulafia tiene como pilares de su obra al Sefer
Yetziráh y a la Guía de Perplejos del filósofo hebreo Maimónides,
de los que hace sendos comentarios. En el núcleo de su visión se encuentra la
idea de que estamos sellados, anudados, trabados, y que, por lo tanto, debemos
deshacer cada nudo de nuestro ser. La palabra «nudo», kesher קשר se transforma por temurá en
sheker שקר, «mentira». Para liberarnos de esta condición y poder aspirar
al debekut דבקות o unión con Dios,
finalidad de toda experiencia mística, Abulafia propone una técnica de
meditación que incluye combinaciones con las letras del alefato y
vocalizaciones de dichas letras, acompañadas de determinados movimientos e
incluso respiraciones, que algunos asocian a las técnicas del pranayama
yóguico: “Cuando empieces a pronunciar la letra, empieza a mover la cabeza y el
corazón: el corazón, mediante el intelecto, porque es un órgano interno, y la
cabeza, por sí misma, pues es un órgano externo…”. Esta original disciplina que persigue sin duda entrar en un estado
alterado de conciencia se encuentra en su obra Hokmat ha-Tseruf (Ciencia de la Combinación de las Letras). El
Tseruf incluye las técnicas de hermenéutica cabalística: Guematria, Temurá y Notarikón, técnicas que permiten abrir los sellos que ocultan el verdadero significado de la Toráh o
de otras obras, como la Guía de Maimónides.
La íntima relación entre su vida y su obra se refleja en su libro autobiográfico Sefer ha-'ot, de carácter profético, escrito en Sicilia, dónde murió. La obra de Abulafia, conocida como Cábala Extática, tendrá gran influencia en círculos cabalistas sefardíes, siendo muy difundida la recitación de Nombres divinos para alcanzar estados de éxtasis. A este respecto, Abulafia rechaza totalmente el uso mágico de la recitación de Nombres para imponer la voluntad propia en el mundo exterior. La magia que debe conseguirse es la de la propia transformación interior. Puede verse aquí la relación con la alquimia, relación que explica la influencia de Abulafia sobre autores como Ramón Llull. Influyó también sobre otros cabalistas como Mosés Cordovero y Haim Vital. Abulafia fue sin duda un gran cabalista, aunque controvertido para muchos, como suele suceder con los innovadores. La Cábala le debe el método más característico, el Tseruf o hermenéutica de las letras.
La íntima relación entre su vida y su obra se refleja en su libro autobiográfico Sefer ha-'ot, de carácter profético, escrito en Sicilia, dónde murió. La obra de Abulafia, conocida como Cábala Extática, tendrá gran influencia en círculos cabalistas sefardíes, siendo muy difundida la recitación de Nombres divinos para alcanzar estados de éxtasis. A este respecto, Abulafia rechaza totalmente el uso mágico de la recitación de Nombres para imponer la voluntad propia en el mundo exterior. La magia que debe conseguirse es la de la propia transformación interior. Puede verse aquí la relación con la alquimia, relación que explica la influencia de Abulafia sobre autores como Ramón Llull. Influyó también sobre otros cabalistas como Mosés Cordovero y Haim Vital. Abulafia fue sin duda un gran cabalista, aunque controvertido para muchos, como suele suceder con los innovadores. La Cábala le debe el método más característico, el Tseruf o hermenéutica de las letras.
Su discípulo más destacado fue Yoséf
Chiquitilla. Chiquitilla, o Gikatilla, aprendió el Tséruf con Abulafia,
pero se decantó por la cábala teosófica, dando mayor importancia a la doctrina
de las Sefirot. En su tratado Sha’aré Orah (Las Puertas de la Luz), nombra a las sefirot en orden inverso al
establecido, comenzando por Malkut,
y terminando en Kether. De
este modo propone el camino ascendente o de evolución del alma,
asociando a cada sefirá el Nombre Divino que le corresponde, desde la Shekináh de Malkut hasta la Corona de Kether. Cada sefirá es un recipiente
de las superiores y, a la vez, un derramante de las inferiores: "Todas las carrozas y todos los niveles de la emanación obedecen a
la forma derramante-recipiente y ése es el secreto de la androginia". Y es
la Androginia Divina el tema
principal de otra de sus obras, El Secreto de la Unión de David y Betsabé:
hay una dualidad en cada manifestación, que se corresponde a la dualidad esencial
de la propia Divinidad en su aspecto masculino y femenino, siendo ésta teoría
la quintaesencia de la Cábala, y por lo que ha sido criticada e incluso
perseguida por la heterodoxia monoteísta hebrea: El Uno se manifiesta en los
muchos, pero siempre a través de esta dualidad de opuestos, que se atraen para
complementarse. Esta dualidad se encuentra tanto en el Hermetismo (Ley del Género), como en filosofías tan
lejanas como el Taoísmo (Tao
manifestado en fuerzas polares Yin Yang). Solo el Infinito, el En Sof
del que las 10 sefirot emanan, está más allá de esta dualidad.
El papel de las letras se encuentra en el llamado
Midrash de Rabí Akiva, y en él se explica como cada una de las 22 letras
del alefato se presentan ante Dios manifestando sus méritos para encabezar el
Verbo con que comienza la creación, en orden inverso al que ocupan en el
alefato. Pero Dios las descarta una a una, mostrando la palabra negativa que
también inician, hasta llegar a la letra Beth ב que elige para este fin: “Bereshit
bará Elohim…” (En
el Principio creó Dios…) El Principio simboliza
la existencia primordial, la divinidad en su estado de no manifestación, y que
conocemos como Nada (Aín), de la que
surge la divinidad ya manifestada y creadora del universo, Elohim, que creará
por medio del Verbo, conformado precisamente por estas letras sagradas, tal y
como ya se recogía en el Sefer Yetziráh.
Pero es sin duda El Zohar la cumbre de la
Cábala universal. Obra del sefardita Mosé ben Sem Tov, conocido como Moisés
de León, el Sefer ha Zohar (Libro
del Esplendor) ve la luz el 1280 como un midrasech (comentario en clave) de la Torá. El propio Mosé dice ser no el autor
sino el compilador de la obra de un rabino palestino del s II a.c. llamado Shimeón
bar Yohai. El cuerpo central está escrito en arameo, pero hay partes en
hebreo, e incluso en ladino (judeoespañol), que hablan a favor de la autoría sefardí. No
obstante, lo más probable es que existiera ya todo o gran parte de su contenido
como tradición oral o incluso en diversos escritos. En ese caso el rabino
leonés habría hecho una labor semejante a Patanjali en sus Yoga Sutras, compilando conocimientos ya
existentes. El nombre Zohar deriva del versículo de Daniel: “Los
sabios brillarán con el esplendor (zohar) del firmamento”.
Siendo esta obra cumbre de la Cábala demasiado
extensa y prolija para este reporte, mereciendo de por sí una entrada completa,
apuntaré tan solo dos conceptos importantes: el que hace referencia a la
Creación y al papel de las letras hebreas en ella, y el que destaca la
necesaria unión de los principios masculino y femenino para la continuidad del
mundo manifestado.
Ejemplar de Isaac Newton |
Los dos principios masculino y femenino, que
constituyen la esencia misma de la creación. Rabí Simón afirma que las
palabras “Varón y hembra los creó” (Gen 5:2)
permite deducir que toda figura que no represente al varón y a la hembra no se parece a la figura celestial. “Les
bendijo y les puso por nombre Adán” (Gen 5:2),
no “Lo bendijo y le puso por nombre Adán”, ya que Dios solo bendice cuando el varón y la hembra están unidos. En el Arbol de la Vida el principio Masculino se manifiesta
en Jokmáh, y el Femenino en Bináh, y de su unión nacen todos los
Mundos y el resto de las Sefirot, hasta llegar a Malkut, dónde el principio femenino se manifiesta como la Shekináh,
a la que también se titula como la Reina,
la Novia o la Matrona. “Toda
la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).
El matrimonio es considerado sagrado por realizar simbólicamente la unión de
Dios con la Shekináh, que es llamada El
Vergel de las Manzanas Sagradas, las Sefirot, pues actúa a través de ellas.
“El
sol busca la luna, es decir; el Santo, Bendito sea busca a la Shekináh bajo el
Trono y no la encuentra, porque los pecados de los hombre los separan”. La restitución de la Shekináh en su trono será
el tema principal de el gran Ari, Isaac Luria, ya en el siglo XVI, en
Safed (norte de Israel), adónde se habían dirigido muchos sefardíes tras su
expulsión en 1492.
Toledo, la Jerusalén de Sefarad |
correcto
ResponderEliminarGracias por tan magnífico blog.
ResponderEliminargracias
ResponderEliminarGracias, me gusta mucho la Kabbalah, vivo en Ribadeo, ¿vives en Mondoñedo?
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